──¿Seguro que nada te pasa? ─sonrió apenas cuando lo escuchó preguntar aquello por cuarta vez desde que habían subido al coche. El problema con ese beta se encargó no solo de bajarle los ánimos, sino también de recordarle que tenía algo importante que decirle a Roier, algo que seguramente, si es que lo quería siquiera un poco, le vendría tan mal como a él desde que lo recordó.
──Estoy bien, lo prometo.
──¿Por la garrita?
──¿Eh? ─alejó su mejilla del cristal de la ventana, mirándolo con un claro signo de interrogación en su expresión al voltear──. ¿Garrita?
──La garrita. ─repitió sin mirarlo, aunque estaba seguro que él se hacía una idea de su expresión confusa──. Te escuché durante ese día, en el estadio, se lo decías a Tilin cada que hacía algo. Le hacías que te lo prometa por la garrita, ¿no? ¿qué es eso? ─asintió, volviendo a apoyar la cabeza contra la puerta, ni siquiera sabía que tanta atención les había prestado, pero saberlo, lo hacía sentirse muy feliz.
Mordió su labio para reprimir una sonrisa mientras sus manos empezaban a jugar entre ellas, sabiendo lo que vendría después de su respuesta.
──Es el juramento más importante que existe. ─aclaró mirándolo de soslayo──. No se puede mentir o romper, la garrita es sagrada.
──Ah, okey. Entonces, ¿me prometes por la garrita que todo está bien? ─llevó una de sus manos hasta sus labios para tironear ligeramente de ellos, jugando con el inferior mientras pensaba exactamente qué decirle.
No podía comentarle lo de Sapnap, era una de las tantas veces que le habían tratado así y debía aprender a ya no reaccionar ante ese tipo de personas, pero había algo más y siendo honestos, Roier merecía saberlo.
──Salgo de vacaciones el miércoles. ─lo soltó sin pensarlo más y suspiró. Sí, esa era la principal razón de todo su mal ánimo, no porque no extrañara las vacaciones, de hecho antes de conocer a Roier contaba día a día, hora a hora o hasta los minutos para terminar con el ciclo de lo que era ese infierno. O Universidad para los que no eran tratados como él; sin embargo, ahora había algo que le motivaba aun más. Lo llevaba y traía de clases todos los días, no es que necesitara transporte, se había sabido valer por sí mismo desde que sus padres le dieron la espalda, la única verdad detrás de todo era que usaba esa excusa para ver a Roier diario; Ahora sin Universidad, no hay ida y vuelta, no hay Roier.
No quería perderlo. De hecho quería a Roier, lo necesitaba.
Rodó los ojos ante las palabras que se hallaban en su subconsciente. Sí, estúpido omega, lo sabía, sabía en lo que se habían metido y no podían estar más jodidos, habiéndose vuelto dependientes de un alfa que ni los cortejaba. Considerando que si les aceleraba el corazón como a quinceañeras y que ahora se le acabaron las excusas para verlo, ¿Qué podría ser peor?
──¿En cuatro días?
──Sí. ─lo mejor que se le ocurrió fue dar respuestas cortas, de esa forma evitaba que su voz se quebrará o terminará de nuevo, llorando entre sus brazos. Por mucho que se muriera por tenerlo a su lado, tranquilizándolo, tampoco es que fuera un niño llorón. Mierda, era Alex Quackity, aquel que siempre ha estado solo, entonces, ¿Por qué ansiaba tanto que esos brazos lo rodearan y lo abrazaran?
Mierda, mierda y más mierda. ¿Qué había hecho Roier con él?
──Es bueno, ¿no? ya te merecías un descanso. ─asintió con la cabeza, queriendo abrazar sus piernas y llorar acurrucado en ese espacioso lugar del auto. Cerró los ojos con fuerza y pensé en Tilin. Su bebé, su amor, era lo único que lo salvaba de soltar feromonas y que Roier oliera su dolor, su pánico, o que comprendiera lo asustado que estaba ante la idea de perderlo.
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© The Perfect Omega | Spiderduck
FanfictionCuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar a el amor de tu vida. Quackity tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad. ¿Qué alfa querría encargarse d...