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No se preocupen, que si soy temperamental es por algo. ¿Verdad, mi Alice?


MICHAEL

Abajo se escuchó la voz de mamá hablando con Said y con ella. Me puse rápidamente la ropa, había salido recién de bañarme.

Percibí los pasos en la escalera y después en el pasillo de mi habitación y la suya. Tardó un momento en la puerta y después golpeó con decisión.

Fui a abrir, contento.

Sus mejillas estaban  rosadas por el caminar hasta aquí, últimamente le habían indicado que debía caminar largas distancias, por lo que seguro decidió venir caminando a casa.

El vestido de color azul marino (satin ligero), de pierna abierto, le llegaba hasta un poco arriba de los tobillos. No hacía falta ninguna media ni panty porque el vestido traía un pantalón de tull escotado.

Pensar que vino caminando vestida así, con tantas personas mirándola, casi me hace querer envolverla con la sábana.

Los mitones que le tapaban desde los codos hasta los nudillos de la mano, eran del mismo color al vestido. La peluca de color castaño que usaba le llegaba a los hombros.

   —¿Me vas a dejar pasar?   —dijo divertida, percatandose de que me quedé mirándola.

Le quité la mirada y caminé al fondo de mi habitación, ella ingresó detrás de mi cerrando la puerta.

Por favor que no se acerque, de lo contrario no aguantaría las ganas de besarla y tenerla.

  —¿No dirás nada?  —habló detrás de mí, a pocos metros.

   —¿Qué se supone que debo decir?   —Tragué fuerte.

    —Lo golpeaste tan mal y supongo que hubo alguna razón para hacerlo.

Habló un poco lejos, se había alejado y por fin pude girarme a verla.

   —Quizá se me activó lo de ser tonto y temperamental    —dije, tomando el reloj de la mesita. Me coloqué el reloj—.  Caminemos un rato  —le propusé.

   —No quiero   —se quejó, dejándose caer sobre la cama—.  Caminé suficiente.

Mis ojos se dirigieron a la curva de los senos y las caderas de la mujer que me traía tonto y loco.

   —Ven   —Me estiró la mano.

   —No puedo   —murmuré pegando la mirada a la pared.

   —¿Por qué?   —Se levantó alarmada—.  ¿Qué pasa?

Me revisó con la mirada y se fue acercando poco a poco.

   —¿Te sientes mal?    —Estiró las manos y me acunó las mejillas.

Puse la manos sobre las de ella.

   —Eres demasiado tentadora para mi, Alice   —confesé.

Abrió los ojos sorprendida y luego bajó la vista al bulto de mis pantalones.

Retrocedió unos pasos soltandome las mejillas. Una sonrisa se le formó en los labios, y después se puso a reír.

   —No puedo creerlo  —dijo entre risas—.  Si hasta dormimos juntos, eso no te pasaba, Michael.

   —¿A que te refieres con que eso no me pasaba?  —pregunté ofendido.

Se estaba burlando de mí y en mi cara.

  —Literal te acariciaba el abdomen y pasábamos todo una noche juntos en la misma cama y nunca se te paró la cosa y ahora que apenas me ves, lo hace.

Te Hice Para Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora