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Mi amor, tendré paciencia

MICHAEL

Una semana después de que Alice se fue a vivir con Evan. Ella comenzó a cambiar. Omitió pasar tiempo con Lucía o conmigo, se quedaba en su habitación leyendo libros, libros que le entregaban en la universidad.

Lucía estaba muy alterada. Había ido tres veces a verla y todas las veces no lo había logrado. Evan le decía que ella no quería verla y la dejaba frente a la puerta. Lucy llegó llorando a mi casa, diciéndome que Alice era una traidora y mala amiga. Yo intenté calmarla y lo logré, le expliqué de manera detallada que el proceso de su recuperación sería así.

Me acostumbre a enviarle mensajes lo cuál eran contestados al tercer día. Al mes y unos días después, pudimos verla. Fuimos con Lucía. Evan nos miró cómo si fuésemos la peor plaga de la vida y luego nos hizo pasar.

Alice estaba sentada sobre una alfombra; frente a una chimenea de la cocina. No levantó la cabeza ni siquiera para responder el "hola" de Lucía. Su cabeza seguía igual de cuándo le hice el corte. En algunas partes estaba afeitada. La gabardina de color rojo que traía le llegaba hasta las rodillas.

Guardó el libro que traía en las manos sobre las rodillas y se colocó la gorra de la gabardina para levantar la cabeza.

  —¡Hola chicos, los extrañe bastante!  
—exclamó con un poco de emoción. Una sonrisa cómo nunca antes había visto asomó en sus labios.

Los ojos, su mirada era diferente, cómo si el brillo se hubiese dilatado. Me miró y era cómo si me estuviera pidiendo que me arrodille. Unas ganas terrible de correr a abrazarla y volver a besarla invadió cada rincón de mi ser.

Lucía se secó las lágrimas sin saber si correr a abrazarla o comportarse.

  —Ven aquí, nena  —le llamó Alice, extendiendo los brazos.

Lucía no lo dudó ni un segundo. Se aventó hacia Alice. El abrazo que le dio fue con tanta emoción y nostalgia. Lucía lloraba.

Después de un largo momento se dejaron y Alice volvió a mirarme. Se levantó acercándose unos pasos y yo avancé otros, está vez fue ella quién se arrojó a mis brazos, la estreché cómo si no hubiera un mañana.

  —Quiero salir a caminar  —habló después de un rato.

Evan asintió y desapareció por uno de los pasillos.

  —No me tardo, iré a ponerme algo de ropa.

Subió corriendo por las escaleras.

  —Se ve un poco diferente  —comentó Lucía, se agachó a tomar el libro del suelo—.  Vaya portada de librito eh!

  —Es diferente.

El fuego de la chimenea se sentía agradable. Me hubiese gustado quedarme aquí, con Alice.

  —¿Crees que ella está bien? —Preguntó Lucía.

  —Saber la respuesta a esa pregunta no va a cambiar su situación.

Dijo algo más, no la oí por que Alice bajaba la escalera y la vi. Se había puesto un panty negro y unas valerinas. La gabardina la hacía muy diferente.

*

Nuestros pasos resonaban en la acera. Lucía caminaba abrazada al brazo de Alice.

  —¿Tu hermano es...? ... Pensé que era un... la primera vez cuándo me abrió la puerta se negó a dejarme entrar, tres veces.

Alice miró sorprendida a Lucía después de oírla. Intentó decir algo, pero prefirió guardar silencio.

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