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Amigos, porque ser su novia me matará.

ALICE

Me sentía la persona más feliz del planeta. Aunque duró poco, primero porque acababa de darme cuenta que todo había sucedido en la casa de Marcos. ¡Joder! habiendo tantos lugares en el mundo y lo primero que hice es besarlo en la casa de mi ex novio, su amigo.

Segundo, no sé qué carajo estaba pensando para hacer caso a sus palabras e ir a corresponderle el beso, hacerle saber que lo quiero y dejar que el sentimiento me nubla la visión de la razón. De nada sirvió fingir amnesia. Él también lo hizo.

Tercero, yo estaba conciente que quería a Michael, más que amigo y eso. Lo quería tanto. Y, tenía miedo que ese sentimiento siguiera creciendo. No obstante, más miedo tenía que Michael me llegase amar, entonces sí, jamás estaría al nivel de su amor y no sabré cómo corresponderle.

Cuarto, que a pesar de todo este miedo que tenía, no quería dejar de sentirlo. Me iba a ser la que no sabe pensar, e iba a darme la libertad de quererlo con todo lo que sentía aquí dentro de mi corazóncito.

Entonces, en conclusión estaba asustada de llegar a quererlo más de lo que ya lo hacía, y aterrada de que me llegase a querer más de lo que yo a él. No sabía si él conocía mis miedos, mis temores. Pero, ninguno de los dos habíamos intentado olvidar o pedir que la otra parte lo haga.

Esa tarde después de tirar de su brazo para salir de la casa de Marcos. Regresamos a casa, no a mi casa. Fuimos a su casa. Cenamos algo que él preparó, mientras yo hablaba y hablaba sin parar, terminé contándole los tres últimos libros que había leído ese mes.

Después de cenar, nos quedamos más de una hora husmeando en el ordenador digital. No me había dado cuenta lo cómodo que se sentía sentarme en su regazo y ver lo que él hacia en aquellas hologramas de simulación impalpable.

Después fuimos a la cama, nos quedamos con la luz apagada hablando tanto. Y cuándo hablabas con él era cómo si estuvieras hablando con un filósofo de 121 años. Me gustaba escucharlo y más cuándo me corregía. Llegábamos a dudar de nuestra existencia con nuestras palabras e ideas. Hablar con Michael era hablar conmigo misma, porque parecía que él sabía mis pensamientos y los dejaba fluir.

Al final decidimos dormir, porque sí.

Hice lo que hice tantas veces, pero, está vez con todo el derecho. Recosté la mejilla sobre su pecho, llevé una mano a su oreja (cosa que me encanta hacer) y la otra a su abdomen.

Michael era mi Michael, la persona que me liberaba del frío interno con un poco de tocarlo. Podía abrazarlo y dejar que lo haga, incluso algunas otras cosas sensillas... Era ¿el contacto de almas? Pero la comodidad y la sensación que sentía al estar en sus brazos era increíble y muy increíble, algo que no creí que podía existir y ¿saben qué es lo que me daba miedo? que pude sentir y saber que esa sensación y ese sentimiento no estaba en su totalidad, que sería más... Más increíble.

Cómo estábamos en completa oscuridad, di un respingo cuándo me tomó la mano que estaba en su oreja y se llevó a la boca para morder un dedo. Una sensación extraña llegó a mi lado sensible. Trepé más sobre su cuerpo, para alcanzar su mandíbula y morderle.

Cómo que últimamente a ustedes les gustaba eso de dar mordiditas.

La verdad yo mostraba mi amor con mordiditas, ya sea de manera Literal y/o metafóricamente. Me atrajo hacia sí, mientras me mordió el cuello. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Me arrastré sobre su cuerpo para morderle un hombro.

Te Hice Para Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora