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—Te quiero, Mimi.
—... quizá quiero hundirte en mi locura.
—Y seguiré queriéndote ahí.

MICHAEL

Poco a poco la estaba acostumbrando a que comienza sentir la libertad de amarme. Que me ame sin miedo, sin peros. Sus ojitos brillaban de felicidad y sonreía con libertad a mi lado.

Amigos, para ella eso era lo que somos. Aunque sabría bien, que no era verdad. No obstante iba a tomar un poco más de tiempo para que lo reconozca y otro más para aceptarlo.

Su cuerpo tibio descansaba en mis brazos. Estaba puesto una camiseta que le llegaba hasta el muslo.

Me encantaba verla dormida en mis brazos. Se veía tan indefensa y poderosa al mismo tiempo. Su piel suave dejaba ver la delicadeza que poseía.

Escuchar el compás de su respiración era saber que ahora mismo ella estaba en mis manos, toda ella con la fragilidad que adquiría. Mío era la decisión de quererla, tenerla, cuidarla.

Incliné suavemente la cabeza y dejé un beso en sus labios semiabiertos. Su respiración me acarició los párpados.

No era la primera vez que hacía algo así. Verla dormir algunas veces me llevaba a besar con delicadeza su mejilla o sus párpados. Pensar que ahora puedo besar sus labios me hacía sentir tanta alegría y dicha.

Me eché a su lado, pasando un brazo por su cintura para pegarla a mí. Su respiración golpeaba con tanta delicadeza mi pecho. Besé su cabello inclinandome un poco.

  —Michael   —murmuró mientras colocaba las yemas de algunos dedos sobre mi abdomen.

No me sorprendió. Noté el cambio en su manera de respirar y supe el momento que se había despertado.

  —¿A que hora son?  —preguntó pegándose más a mí —.   Tengo frío  —se hizo hacia atrás intentado incorporarse.

Hice que se echará otra vez a mi lado. De paso levanté la cobija que estaba un poco deslizada hacia los pies de la cama.

   —Es normal sentir frío, estamos sin mantas. Son entre las diez u once de la noche  —expliqué mientras la tapaba con la cobija. La tenue lámpara de noche nos iluminaba lo suficiente.

  —Si lo dices así de tranquilo, supongo que lo de que iba a bajar a cenar está resuelto.

Una sonrisa imperceptible nació de mí al oír sus palabras. Puedo asegurar que si le hubiese dicho: "un asesino en serie entró a casa mientras dormías pero todo está bien, duerme tranquila". Ella hubiese respondido con la misma calma que ahora y lo más probable es que se hubiera vuelto a dormir. Confiaba de manera inimaginable en mis palabras.

   —Leigh subió a la hora de la cena; vio que estabas dormida.

  —¿Te encontró aquí?

  —No, en cuanto estaba abriendo la puerta me hice invisible para sus cristianos ojos.   —Contuve una sonrisa.

Alice puso los ojos en blanco, pero logré detectar una sonrisa imperceptible en sus labios.

  —Seguro le dijo a Emmett que tengo trabajo de la universidad y que cené antes   —analizó.

   —Es probable   —dije besando otra vez su cabello.
 
  —¿Michael?  —habló dubitativa.

   —¿Alice?

   —Michael.

  —Alice.

   —Michael.

   —Alice. 

Te Hice Para Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora