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La luna se esconde y la noche sigue alumbrando.

MICHAEL

Llegué a la ubicación del collar, y recibí la llamada de Evan que dijo que estaban en camino con Gema y la policía, que solo tardarían media hora en llegar. Querían que los espere para ingresar.

Colgué la llamada sin responder. Seguro que estaban con Ian, por eso sabían la ubicación de mi móvil. No pensaba esperar nada, entré al instante.

Abrí la puerta con facilidad y revisé con la mirada a mi alrededor. Crucé la pequeña sala de la entrada y llegué a un pasillo ancho que repartía a dos habitaciones.

Una leve canción sonaba en una de ellas. La puerta estaba entre abierta. Vi a través de ella con cuidado. Una mujer, estaba sentado sobre el suelo sollozando y al otro lado, un hombre le estaba quitando el vestido ¡a Alice!

Okay, ustedes saben que soy una persona que se queda observando algo así por un momento, para luego actuar a tiempo. Lo hice cuándo descubrí a Alice intentando suicidarse. En cambio, ahora por supuesto que no iba hacer eso.

Mi atención estaba puesto en él y cuándo decidí ingresar, la puerta se cerró dejándome afuera.

La mujer se había dado cuenta de mi presencia.

  —¡Rápido!  Métela al cilindro   —graznó ella.

Agarré la perilla de la puerta y la rompí. Se creían que una puerta cerrada me iba a detener. Rompí la perilla y de una patada abrí la puerta.

El tipo ni siquiera le había terminado quitar el vestido a Alice. Le agarré de la camisa y le hice a un lado. Me empujó para alejarme y logró agarrar un extremo del vestido de Alice y tiró de ella.

La rabia me cegó. Me fuí contra él, dándole puñetes en el rostro. Le golpeé en varías partes del cuerpo y en ese momento no me detuve a pensar en si estaba bien o no, solo pensaba en el daño que le hicieron a Alice.

Las ventanas se quebraron y el cilindro se cayó al suelo, estaba lleno de agua. El agua se tendió por el suelo, alcanzando el cuerpo del hombre que golpeaba en el suelo.

Querían ahogar a Alice en un cilindro con agua. Intentaron quitarme de encima de él, eran los de uniformes verdes. Sin embargo, no les hice caso, mi atención estaba puesto en acabar con él.

  —¡Michael!  —La voz de Alice me detuvo.

Dejé de hacer lo que estaba haciendo. Me giré y la vi de pie. Sin el vestido, con la ropa pequeña dándole un aspecto deslumbrante.

No pude contenerme  —pocas veces me contengo si se trata de ella—, la envolví en mis brazos, sin querer soltarla jamás.

Su cuerpo temblaba. Debí llegar antes, debí evitar que pase por esto.

  —No los hagas daño. Son personas inestables. Necesitan ayuda. Ellos no saben lo que hacen.   —susurró, apenas entendible.

Gema se acercó a mi lado. No sé si logró escuchar lo que su hija dijo.

  —Llevatela. —repasó la mirada por su hija. Apretó los labios—.  Yo me encargaré de ellos  —anunció, refiriéndose a las dos personas que habían retenido a Alice.

Asentí.

Levanté su cuerpo. Enterró el rostro en mi cuello. Le pedí perdón por no llegar a tiempo. Ella como siempre, lo tomó a broma y dijo que era perfecto, que se cumplió el papel de una película.

Los susurros inentendibles cesarón... La estreché contra mi pecho, comencé a salir de ahí. Mis pasos eran rápidos.

  —Te pondrás bien, haré que olvides este evento.. te lo juró mi Alice... Estoy aquí, estoy aquí —susurré. Su cuerpo estaba frío, vibraba de manera descontrolada en mis brazos.

Te Hice Para Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora