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¡¡Por fin!!

Mi lindo Michael

  ALICE

Regresé y en cuánto estuve consciente, me di cuenta que tenía los ojos cerrados. Una leve tensión se notó a mi alrededor y pude sentir la mirada de más de una persona.

Y la mirada de él, cálida y profunda.

Respiré con calma e hice el intento de mover los dedos, lo logré. Entonces, ¡por fin se acabó!

Sentí que era ayer, el día en que me despedí de Michael, para quedarme con Evan. Sí, se sentía pero sabía que no era así.

Había pasado un año y tres meses y quizás un poquito más. Pero, a mí me parecía que no.

Tuve miedo de abrir los ojos, porque aunque sentía que no había pasado nada de tiempo, sabía que había cambiado y me daba un poco de ansiedad querer saber cómo me encuentro y que hice en todo este tiempo.

O un poco de miedo para enfrentar lo que sigue.

Pero cuándo levanté los párpados y la pantalla de algo ocupó el espacio de mi visión, me di cuenta que sabía lo que era, más no sabía cómo lo había aprendido.

Se escuchó algunos murmullos a mi alrededor. La máquina mismo hizo que me doblara, haciéndome sentar.

Dos señores vestidos de blanco estaban a mi lado, pero mis ojitos pasaron de ellos, así cómo pasó de mi madre y mis hermanos, incluyendo a Leigh y la chica desconocida que estaba sentado a su lado; junto a mis amigos.

La mirada se detuvo en él, en los iris avellanas de Michael. Lo miré y al segundo pude sentir los latidos del corazón.

  —Michael   —mis labios dejaron salir su nombre e intenté incorporarme.

Leigh apareció a mi lado, me abrazó y me dijo algo  que no pude entender, porque casi al instante sentí el abrazo de Lucy, quién se quedó tanto tiempo llorando en mi cuello.

   —Cuándo dijeron que era probable que no ibas a despertar, me asusté muchísimo   —dijo entre sollozos.

Era probable, mi madre me había informado de todo esto antes de iniciar. Y lo sabía, también porque sabía lo que pudo haber pasado para tal resultado.

No sabía cómo aprendí eso, pero lo sabía. Me habían implantado información al cerebro (todo este tiempo de inconsciencia).

Evan me levantó por los aires y me susurró al oído que siempre supo que lo iba a lograr. Emmett me cobijó en su brazos y me recordó lo hermosa y valiente que soy.

Mi madre me sonrió y asintió con la cabeza dejándome entender que lo hice bien.

Ian me abrazó y levanté la mirada para ver sus pupilas de color marrón café.

   —Nos tuviste con el corazón en las manos estas doce horas, nena   —me avisó.

Sí, quizá lo que todos temían era que al final del día no iba a despertar, mi corazón y mi cerebro se iban a detener para siempre.

En otras palabras, estaría muerta.

La chica de tez blanca y con unos lindos ojos dormilones, cabello rubio y unos labios ovalados me miraba sin saber que hacer.

   —Ella es Mia  —me informó Ian, poniéndome una mano en el hombro.

  —¿Tuya?

Pude identificar la risa de Michael entre los de todos que lo hicieron.

Te Hice Para Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora