Capítulo 2. La residencia (16 de febrero de 2024)

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Ya había llegado a su destino. Después de un ave y dos metros, por fin estaba allí. Violeta buscaba, completamente ajena al destino que le tenía preparado el universo, el portal de la que sería su casa durante los siguientes cinco meses.

- Carrer Gran de Gràcia, 110, 112, 114, 116... - decía con acento granadino mientras empujaba una gran maleta roja – 118, ¡y 120! "Residència Universitària Gran de Gràcia". Aquí es.

Picó al timbre y la puerta se abrió. Subió una pequeña rampa hasta llegar al mostrador de lo que, supuso, era recepción. Detrás de la repisa asomaba una pequeña señora de pelo plateado que rondaría los 60 años. Tenía la cara llena de arrugas y unos ojos azules muy pequeños tapados, en parte, por dos párpados caídos. En la punta de la nariz, tenía colocadas unas gafas alargadas de pasta fucsia que parecían estar a punto de caer.

- Hola, ¿en qué puedo ayudarte, bonica? – preguntó una voz añosa con una sonrisa amable.

- Hola. Soy Violeta, Violeta Hódar. Soy nueva. Acabo de llegar – respondió Violeta.

- ¡Ay, sí! Violeta, querida... Te estaba esperando. Soy Maria Rosa, la conserje de la residencia. Pasa, pasa – contestó la mujer –. Si quieres, vamos primero a tu habitación y luego rellenamos todo el papeleo, ¿sí?

- Me parece perfecto, gracias.

- Tu habitación está en la segunda planta, la 202. Ay, ahí está Bea. Qué amor de niña, Bea. Te va a encantar, ya verás – decía la mujer mientras caminaba lentamente por el pasillo –. Aquí hay un ascensor y más adelante hay unas escaleras. Ya tú eliges lo que prefieras. Yo es que ya tengo una edad y no estoy para muchos trotes – dijo mientras dejaba escapar una risilla y apretaba el botón del ascensor –. Verás, te explico. Cada planta funciona como una casa independiente. Hay cuatro habitaciones por planta, dos a cada lado del pasillo y, al fondo, una cocina-comedor y una sala de estar – comenzó a explicar la mujer –. Las dos habitaciones contiguas comparten servicio y el resto del espacio común es el mismo para todos los integrantes de la planta. En general la residencia es un sitio bastante amplio, aunque, igualmente, solo hay 3 plantas y el bajo, tampoco es que seáis muchos – aclaró la mujer mientras caminaba –. Es aquí, querida – le indicó a Violeta mientras picaba a la puerta de la habitación 202.

- ¿Sí? – preguntó una voz des del interior.

- Bea, querida. Ha llegado tu nueva compañera de habitación – respondió la mujer.

La puerta se abrió y apareció una joven de cara redonda y grandes mofletes. Tenía una media melena castaño oscuro llena de rizos y unos pequeños ojos almendrados marrón miel decorados con una sombra dorada y un eyeliner perfectamente ejecutado. Por encima, unas cejas gruesas marrón oscuro y, en medio, una nariz recta y pequeña. Más abajo, unos finos labios mostraban una gran sonrisa. Era alta y voluminosa y llevaba una sudadera enorme color morado con unos vaqueros claros y dos grandes aros dorados en cada oreja.

- Se llama Violeta. ¿A que parece maja? – dijo Maria Rosa señalando a la recién llegada.

- Hola, Violeta. Encantada, soy Bea – dijo la joven esbozando una sonrisa.

- Igualmente, Bea – respondió la pelirroja devolviéndole el gesto.

- Bueno, querida. Dejo que te acomodes y cuando tengas un momento bajas a verme, que haremos el papeleo – se despidió Maria Rosa antes de alejarse.

Bea abrió más la puerta indicando a Violeta que pasara con un gesto. Era una habitación realmente espaciosa, más ancha que larga, con un parqué marrón grisáceo. Las paredes laterales estaban pintadas de un tono gris perlado y el resto de color blanco cal. Justo enfrente de la puerta había una pared blanca con dos grandes ventanales con dos cortinas translúcidas y, en medio, dos escritorios color gris lobo enfrentados, lo que marcaba una separación entre derecha e izquierda de la habitación. A cada lado había dos sillas bastante simples del mismo tono y debajo de cada escritorio, una pequeña cajonera blanca. La parte derecha de la mesa estaba ocupada por varios libros, libretas y lapiceros que pertenecían a Bea; la mitad izquierda estaba libre. A cada lado del escritorio, tocando las respectivas paredes, había dos camas tapadas con una colcha gris oscuro y dos pequeñas mesitas de noche blancas. En cada cama había dos cojines, uno blanco y otro amarillo, y encima de estas, en las paredes laterales, dos repisas blancas alargadas. La parte derecha de la habitación estaba claro que pertenecía a Bea, pues estaba llena de pequeñas decoraciones, las sábanas estaban arrugadas de haber estado estirada encima y había zapatos por el suelo. La parte izquierda permanecía intacta. A cada lado de la puerta, en la misma pared, había dos grandes armarios blancos con espejos correderos como puertas y, en la pared izquierda, justo antes de la cama que Violeta supuso que sería suya, una puerta cerrada.

ENTRE ACORDES Y RECUERDOS | KIVI AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora