Capítulo 25. Alas

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Su mano recorría lentamente cada centímetro de aquella suave y delicada piel. Dibujaba formas abstractas y observaba cómo se erizaba con cada caricia. La pelinegra no podía dejar de sonreír. Había descubierto una sensación que difícilmente olvidaría y la imagen de Violeta recostada a su lado le parecía, simple y llanamente, una obra de arte. Era paz y era guerra. Sonrió. Nunca se había sentido así con nadie, nunca nadie le había dado tanto y, por supuesto, nunca nadie la había tocado de aquella forma. Se estremeció al recordarlo.

- ¿Cómo te sientes? – preguntó la pelirroja.

- ¿En una nube? – respondió. Ambas sonrieron.

- Dios... Eres tan sensible – dijo observando su piel, que se estremecía al mínimo contacto. Chiara desvió su mirada hasta su cadera, donde tenía puesta la mano Violeta.

- Y tú haces magia con esos dedos – la pelirroja enrojeció.

- Eso no es verdad – respondió modesta –. Tampoco he hecho nada del otro mundo.

- Pues a mí me has descubierto uno nuevo – sonrió.

- ¿Y quieres seguir explorándolo? – preguntó insinuante.

- Si es contigo... Por supuesto – dijo antes de besarla.

- Me sorprende un poco que hayas estado con tantas chicas y no te haya tocado ninguna... – miró a la pelinegra por si no quería hablar de aquello, pero esta le sonrió dulcemente.

- Bueno, supongo que no había encontrado a la persona indicada – Violeta sonrió.

- ¿Y yo sí soy la persona indicada? – preguntó juguetona.

- Claro. Tú me haces sentir cosas que ninguna otra chica me ha hecho sentir – aquellas palabras calaron fuerte en la pelirroja, que pudo sentir cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Las contuvo como pudo y tomó aire.

- Jo, Kiki... Qué mona eres... Tú también me haces sentir cosas, cosas que hacía mucho tiempo que no sentía – confesó –. A ver si ahora voy a acabar pescando a Mss. Casanova – bromeó.

- ¡Oye! – dijo fingiendo estar ofendida –. Ni que tú fueras una santa, vamos... A saber con cuántas o con cuántos has estado.

- ¿Yo? – preguntó la pelirroja con una sonrisa –. No te creas, eh... Así más íntimo solo con una persona. Ya sabes, los líos tontos de instituto que no llegaron a más no cuentan.

- ¿Solo una? – preguntó Chiara sin acabar de creérselo –. ¿Con esa cara de diosa griega que tienes? No me lo creo.

- Pues no te lo creas – la pelinegra miró a Violeta asombrada. Sus ojos denotaban sinceridad y, aunque dudó un momento, la creyó.

- Perdón, Vivi. No pretendía ofenderte... – se disculpó. La pelirroja la besó aceptando sus disculpas y con cuidado se sentó encima de ella. Chiara volvió a sentir las ganas que tenía de devorarla y se incorporó hasta quedar también sentada junto a ella. Abrazó su torso con sus brazos y la besó efusivamente. Violeta gimió al notar los dedos de la pelinegra arañarle la espalda. La agarraba fuerte, como si quisiera escarbar en sus escápulas para que dos alas se abrieran paso por su piel. A fin de cuentas, la cara de ángel ya la tenía.

- ¿Y tú eres tan fogosa con todas tus amantes? – preguntó la pelirroja al liberarse de aquel vehemente beso. Chiara negó con la cabeza.

- Eres tú, que me pones a mil.

- No sé por qué, pero no acabo de creerte – dijo Violeta alejándose cuando Chiara hizo el intento de volver a atacar sus labios. Aquella Violeta esquiva encendió más el deseo de Chiara, que agarró con fuerza su espalda y volvió a intentarlo. Sus labios esta vez sí se encontraron y se fusionaron en un beso pasional. Las dos jadeaban. Se besaban. Se mordían los labios. Se arañaban la piel queriendo más y más de aquellos cuerpos. Como si no fuese suficiente. Como si mañana no pudieran repetirlo –. Kiki – gimió sin dejar de restregar su cuerpo con el de su amante –. Todavía no sé a qué sabes...

ENTRE ACORDES Y RECUERDOS | KIVI AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora