Capítulo 32. Garabatos

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TELÉFONO DE CHIARA
(Vivi 🫧💜🌷 - 9:52 h)

Violeta: (foto (1))

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El teléfono se le cayó de la mano cuando abrió aquella foto tan inesperada y notó una ola de calor recorrerle el cuerpo. «Joder, joder, joder» pensó para sí misma. Sus manos temblaban, su corazón latía fuerte y rápido, muy rápido, y sentía el latido en su entrepierna. Buscó su teléfono en el suelo y lo agarró de nuevo, volviendo a observar con detenimiento aquella imagen de su pantalla.

Violeta estaba sentada en un banco de lo que parecía un vestuario. «¿Está en el hospital?» Por la hora que era asumió que sí. En un espejo se observaba su reflejo. Tenía el cuerpo recostado hacia atrás, apoyado en su brazo izquierdo y con la otra mano sostenía el teléfono móvil, que tapaba casi la totalidad de su cara. Su pelo rojo y mojado caía por detrás, dejando al descubierto su cuello y sus clavículas, que se marcaban acentuadamente gracias a la posición que había adoptado. El brazo que sostenía el teléfono tapaba su pecho derecho, pero el otro quedaba totalmente al descubierto y, si no fuese por la pequeña cruz que había dibujado sobre su pezón, podría haber visto lo duro que estaba. Su abdomen se marcaba iluminado por los rayos de luz que entraban por alguna ventana. Bajó la mirada poco a poco recorriendo con los ojos cada centímetro de su piel hasta llegar a su centro, que estaba estratégicamente tapado con una toalla blanca que supuso que Violeta había colocado meticulosamente. Su pierna izquierda quedaba colgando y la otra estaba doblada, con el pie bajo su gemela. Maldijo la poca tela que podía apreciarse en la fotografía por no dejarle ver aquello que sabía perfectamente que hubiese quedado al descubierto y con gran visibilidad por la posición en la que estaba de no ser por ella, pero pensó que así se veía más sexy todavía. Se quedó mirando la fotografía mientras sentía la excitación apoderarse de su cuerpo hasta que notó la mirada lasciva y penetrante de su amiga sobre la pantalla. Bloqueó el teléfono de inmediato y volteó a mirarla.

- ¿Esa era Violeta? - susurró la pelirroja para que el profesor no las escuchara. Su mirada estaba tan encendida como la de Chiara.

- Ni una palabra, Ruslana. Te lo advierto - la amenazó.

- Oh, vamos. Déjame mirar un poco. No es justo que solo tú puedas disfrutar de esa diosa - la provocó.

- Suficiente has visto ya, pedazo de guarra.

- Uff... - dijo recordándolo. Sintió de nuevo ese calor apoderarse de todo su ser -. Nunca es suficiente si se trata de Violeta. Tú seguro lo sabes mejor que nadie...

- Joder, Rus - se quejó.

- Aún no me creo que se fijase en ti antes que en mí, he de decir - dijo picándola -. Qué poca clase...

- ¿Celosa, Rusli? - le siguió el juego.

- Puede ser... - puso su mano en el muslo de Chiara y apretó -, pero algún día vendréis a buscarme...

- Ni en tus mejores fantasías, bonita - rio la pelinegra.

- ¿Bueno, entonces qué? ¿Me dejas mirar o no? - dijo juguetona -¡Au! - se quejó al notar el pellizco de su amiga sobre la piel de su brazo -. Vale, vale... Me queda claro, la quieres toda para ti... Egoísta - chistó flojito.

- Cállate y presta atención - le ordenó la pelinegra.

- La misma que estás prestando tú, ¿no? - las dos se miraron y rompieron a reír. El profesor las miró amenazante y las jóvenes pararon al instante y pusieron su cara más seria, para reír en silencio de nuevo en cuanto el profesor se dio la vuelta.

ENTRE ACORDES Y RECUERDOS | KIVI AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora