Capítulo 9. Un nuevo día

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Violeta se había despertado temprano. Ese día empezaba las prácticas en el nuevo hospital y estaba nerviosa. Los cambios nunca le habían gustado, la incomodaban. Era una chica sencilla, de costumbres. Siempre había estudiado en la misma escuela con prácticamente la misma gente. Vivía en un pueblo pequeño por lo que allí todos se conocían entre todos y pocas veces aparecían nuevas caras. Empezar el instituto no le había supuesto ningún problema pues solo había un centro de educación secundaria en el pueblo, por lo que todos sus compañeros subieron de curso juntos así que prácticamente había sido como los años anteriores. Lo mismo sucedió cuando cursó bachillerato.

Una vez empezó la universidad, las cosas cambiaron. Fue una época dura para ella. Había tenido que mudarse a la gran ciudad y conocer mucha gente nueva de golpe y eso, para ella, resultaba extremadamente abrumador. Era una chica aparentemente extrovertida. Se obligaba a serlo, por lo que parecía mucho más segura de lo que realmente era. La verdad es que, desde pequeña, siempre había convivido con millones de inseguridades. Su familia no era, ni mucho menos, de mostrar afecto. Aunque sabía que se apoyaban y querían, nunca se decían te quiero, ni se abrazaban, ni tenían conversaciones sobre sus sentimientos. Ella se limitaba a ser la chica perfecta y sus padres la felicitaban cada vez que lograba algo importante, creando una dinámica familiar no escrita en la que Violeta se esforzaba por dar lo mejor de ella en busca de la aprobación de sus padres y estos, reconocían sus logros con orgullo. Sentía que esa era la manera que tenían de decirse «te quiero». Tanto perfeccionismo había hecho de Violeta una overthinker y a menudo se sorprendía pensando que no caía bien a los demás y que, al final, iba a quedarse sin amigos. Aunque siempre se esforzaba por ser amable con todo el mundo, no era muy cariñosa, al menos con gente a la que no conocía mucho. Le costaba demostrar afecto y abrirse a los demás. Siempre con miedo de no encajar, de no ser suficiente. Por suerte, Denna y Salma, sus mejores amigas, se habían mudado con ella para estudiar y Julia, su novia, también se había mudado a la ciudad, por lo que siempre tuvo un apoyo cerca.

Al principio sintió que la ciudad se le quedaba grande. Había demasiadas cosas para hacer y sentía que siempre tenía que estar dispuesta a todo. Las nuevas dinámicas que había adquirido su relación con Julia no se lo estaban poniendo fácil; sentía que cada nueva amistad que intentara hacer iba a desencadenar un ataque de celos en su novia. Habían sido tantas las broncas de la joven que, al final, Violeta había optado por limitar su círculo a sus dos viejas amigas, alejándose del resto. Por ello, tomar la decisión de presentar la solicitud del SICUE no había sido fácil. Sabía que eso iba a acarrear problemas en su relación, pero al final se había convencido de que era lo mejor para ella y de que quería hacerlo, necesitaba hacerlo. Si era realmente sincera consigo misma, había sido una excusa para alejarse de su vida en Granada. Necesitaba un respiro. Necesitaba reencontrarse a sí misma.

Se vistió, desayunó y cogió la mochila lista para irse. Chiara salió de la habitación totalmente despeinada. Llevaba una camiseta amarilla por lo menos tres tallas más grande que la suya y debajo solamente unas bragas. Se frotó los ojos mirando a Violeta y con cara de no entender nada preguntó:

- ¿Qué haces despierta?

- Me voy al hospital.

- ¿Qué ha pasado? - se sobresaltó la pelinegra.

- Nada, Kiki. Hoy empiezo las prácticas.

- Ahhh... Vale - suspiró aliviada -. ¡Qué susto! - la pelinegra abrió los brazos, invitando a su amiga a que la abrazara. Chiara era así de cariñosa. A diferencia de Violeta, no tenía miedo de mostrar afecto, nunca lo había tenido. Desde bien pequeña, su familia la había criado en un ambiente muy afectuoso y le encantaban esas pequeñas muestras de cariño. Era algo tan cotidiano para ella... Se pasaba el día abrazando y besando a sus amigos. Violeta dudó. «Si viera esto Julia, brotaría» pensó. Hacía apenas dos días que había llegado a la residencia, pero se sentía tan a gusto con las chicas... Finalmente se acercó, rodeando a la joven con sus brazos -. Mucha suerte, Vio. Lo harás genial - le dio un beso en la mejilla -. Nos vemos luego.

ENTRE ACORDES Y RECUERDOS | KIVI AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora