Capítulo 11. Invita la casa

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Cuando Violeta se despertó, seguía en la cama de Chiara. Se habían quedado dormidas abrazadas y ahora estaban acurrucadas haciendo la cucharita. La pelinegra la abrazaba por detrás y sus manos, entrelazadas, estaban en el pecho de Violeta. «Yo también podría quedarme así contigo para siempre» pensó.

Miró el reloj de la mesita de noche. Tenía que prepararse para ir al hospital. Con cuidado de no despertar a Chiara, se levantó en silencio. Aún no había salido el sol, pero por la ventana se colaba la luz del alumbrado de la calle. Se acercó al escritorio y buscó, entre los papeles que el día anterior había ordenado, un trozo de hoja en blanco. Cogió un bolígrafo y empezó a escribir:

«Tienes tanto que ofrecer en las manos

que el ciento volando querría quedarse

a vivir en ellas para siempre.

- Sara Búho»

Dejó la nota en la mesita de noche y se quedó observando a Chiara, que seguía durmiendo. Estaba de lado, con los brazos encogidos y las manos colocadas bajo un moflete. Dormía plácidamente, como lo hacen los niños, ajenos a todo el mal que les rodea. Violeta pudo ver reflejada en su rostro la inocencia y vulnerabilidad que escondía aquella joven, tan frágil. «¿Qué me estás haciendo?» pensó al sentir un cosquilleo en su estómago. Se acercó y le dejó un beso dulce en la frente.

- Hasta luego, Kiki - susurró.

Chiara empezó a abrir los ojos lentamente. Eran las ocho y media de la mañana. Ruslana ya se había despertado y estaba vistiéndose al otro lado de la habitación.

- ¿Lo de dormir con Violeta se va a convertir en costumbre o solo ha sido un rollo de una noche? - preguntó bromeando. La noche anterior había llegado tarde. Se había entretenido en casa de Omar, con el que volvía a quedar de vez en cuando y, al entrar en la habitación, se había encontrado a las dos jóvenes abrazadas en la cama.

- ¿Violeta? - la pelinegra palpó, con los ojos medio cerrados, el colchón en busca de su cuerpo. Aún podía sentir su olor en las sábanas, inconfundible.

- Ya se ha ido - dijo la canaria -, pero creo que te ha dejado algo - señaló la mesita de noche. Chiara se frotó los ojos y miró en esa dirección. Al ver la nota sus ojos se abrieron como platos. Acercó el brazo y la cogió. No pudo evitar sonreír cuando leyó el papel -. Dios, sois tan novias... - dijo Ruslana con tono de asco -. ¿Me vas a decir ya que os habéis liado o tengo que sacártelo a la fuerza?

- ¿Eh? ¡No! No nos hemos liado, Rus.

- Ah, que solo habéis dormido... - dijo incrédula -. ¿En serio habéis dormida juntas y no os habéis liado?

- Yep, for real - contestó la pelinegra.

- Te me estás cayendo, Kiki... Te me estás cayendo - bromeó.

- Cállate - se puso tímida -. Vio no es como las otras chicas. Con ella siento una conexión real...

- Vale, vale... Como veas... Pero si no espabilas, muevo ficha yo, eh.

- Ni se te ocurra - la miró seria. Ni ella misma acababa de comprender qué tenía aquella joven que la ponía tan nerviosa y, a la vez, le transmitía tanta calma y seguridad; ni por qué cada día se sentía más enganchada a ella, pero había algo que no podía negar -. En serio, Rus. Me gusta de verdad. Mucho.

- ¡Que es broma, Kiki! - dijo acercándose a su cama -. La Kiki se ha enamorado - empezó a hacerle cosquillas mientras entonaba una melodía burlona -. La Kiki se ha enamorado.

ENTRE ACORDES Y RECUERDOS | KIVI AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora