Capítulo 35. Escapada

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- ¿Pero tú estás segura de que subirte ahí con la Kiki? – preguntó Ruslana preocupada.

- Rus, por favor. No me asustes más. No será para tanto si le dieron el carné, ¿no? – respondió Violeta, que estaba empezando a ponerse nerviosa. Todos insistían en que subirse al coche con Chiara como conductora era una misión suicida, pero ella se negaba a hacerles caso.

- ¡Es que una vez se chocó con una barca, Vio! ¡¿Quién se choca con una barca conduciendo un coche?!

- Pues yo me voy a subir y que sea lo que Dios quiera – dijo convencida de que no pasaría nada.

- Tú verás...

El claxon sonó y un deportivo de tamaño mediano de cinco puertas color gris oscuro se detuvo enfrente de la puerta. La ventanilla del conductor se bajó y la joven pelinegra sacó la cabeza por el hueco.

- ¡Vamos, Vio! – gritó desde dentro. Violeta sonrió y, agarrando las dos pequeñas maletas, salió corriendo en esa dirección. Abrió el maletero y las dejó dentro.

- ¡Hasta el lunes, Rus! – se despidió antes de cerrar la puerta del copiloto.

- ¡Pasadlo bien! ¡Y avisad cuando lleguéis, si es que llegáis!

- ¡Que no nos vamos a matar, Rus! – afirmó la pequeña acelerando.

- ¡Chiara! – gritó asustada la pelirroja –. ¡El peatón! – la pelinegra apretó rápidamente el freno y Violeta salió disparada hacia delante. Suerte del cinturón, sino su cara hubiese acabo estampada en el parabrisas. ¿Pudding de Violeta? No, gracias. Se giró con la cara descompuesta y vio a la pequeña sonreír tímidamente.

- Perdón, Vio. No le había visto – se disculpó.

- Estas dos no llegan vivas ni a la rotonda... – dijo Ruslana negando con la cabeza tras ver el pequeño accidente.

- No me mates, Kiki. Por favor. Soy demasiado joven para morir – le suplicó la pelirroja.

//

Después de aquel percance, el viaje transcurrió con normalidad. Chiara conducía prestando suma atención a la carretera mientras cantaba todas y cada una de las canciones que sonaban por los altavoces de aquel coche prestado. Se sentía feliz de estar allí con Violeta. Por fin había encontrado alguien con quien encajaba de verdad; con quien podía ser ella misma sin preocupaciones, sin sentirse juzgada; que la entendía y la ayudaba a poner algo de orden en su vida, en su mente; que la cuidaba y se preocupaba por cómo se sentía en cada momento. La pelirroja había despertado en ella sentimientos que no sabía ni que podía llegar a sentir y Chiara se sentía la chica más afortunada del planeta cuando sus ojos la miraban, como si en ellos cupiese su mundo entero y, en cierto modo, lo hacía. Dio gracias al universo por ponerla en su camino y sonrió. Violeta, al otro lado, la miraba embelesada admirando cada rasgo de aquel perfil que, por la posición en la que estaban, le regalaba la vida y juró que era el perfil más bonito que había visto jamás. De hecho, aquella cara era, sin lugar a duda, la cara más bonita que había visto en su vida – al menos a su parecer –. Chiara era la persona más bonita que había visto en su vida y sonrió alegre al verse allí con ella.

Tras algo más de una hora, llegaron a Girona. La pequeña había organizado todo el fin de semana meticulosamente: la idea era pasar el día en la ciudad para luego ir hacia la costa y pasar allí el resto de días, dedicando uno a hacer una pequeña ruta por el camino que recorría toda la periferia de Catalunya, el «Camí de Ronda». Estacionó el auto y las dos se bajaron del coche, sintiendo un gran alivio al poder estirar las piernas.

ENTRE ACORDES Y RECUERDOS | KIVI AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora