Capítulo catorce

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He sido una marioneta muy obediente, en busca de su aprobación caí tan bajo. Con él siempre fui transparente, mientras que de mí se burló a mis espaldas ante mi ingenuidad. Mi sangre arde con fervor, pero la suya se derramará igual de caliente.

Mis ojos se clavaron en los suyos, mientras escuchaba atento sus órdenes. Las mentiras se le dan tan bien, fluyen de manera natural, hasta fingir que le creo es una actuación que aprendí del maestro de maestros.

Pacificar los demonios que habitaban en mí se estaba volviendo una tarea difícil, pues mi alma aclamaba venganza, aplastar su cabeza y destrozar su cara. En mi mente podía repasar el mismo escenario con Jeff, siendo mi padre quien esta vez era mutilado. Estremecía mi cuerpo en gran manera, pero lo hacía aun más el hecho de saber que no podía siquiera imaginar lo que por mi cabeza pasaba.

—¿Qué esperas para moverte?

—Oye, papá. ¿Alguna vez has visitado un circo?

—¿A qué viene esa ridícula pregunta?

—¿No te da la sensación de que estamos viviendo en un desastroso y aburrido circo, donde hace falta con urgencia cambiar al inútil titiritero que está detrás moviendo los cables?

Su mano descendió disimuladamente hacia la gaveta del escritorio, había premeditado su movimiento, por lo que no iba a permitir que la tomara. Me abalancé por encima del escritorio hacia él, cayendo encima suyo con todo y silla. Mis manos se movieron solas, mis puños de furia lo masacraron con fuerza.

—Querías que matara a mi hermana y a la perra de Daniela para encubrir tus faltas. ¿Te hubiera causado placer verme las manos manchadas con su sangre? ¿Eh? ¿Te habría hecho sentir orgulloso, papá? —tomé del escritorio el abrecartas y lo clavé una y otra vez en su brazo y pecho, silenciando sus gritos con la otra mano—. ¿Te enorgullece este monstruo que creaste? — arremetí contra su cara, mis manos no se detenían, ni siquiera por lo difícil que se volvía arrancar el abrecartas de las heridas contundentes que le proporcionaba.

Las salpicaduras cubrieron mi rostro, la fatiga me llevó a dejarme caer al lado de su cuerpo inerte y ensangrentado.

—Primera y última vez que tomas el tiempo de escucharme sin hablar por encima de mí o de castigarme por todo. Primera y última vez que te compartas como un verdadero padre para mí. No era tan difícil callarte la boca, viejo.

Un chillido casi revienta mis tímpanos, veía todo en cámara lenta y borroso. Mi incontrolable risa fluyó de lo más profundo de mis entrañas al mirar el cuadro con el retrato que colgaba de la pared, donde solo él aparecía.

—Yo jamás fui tu orgullo, solo una miserable marioneta, pero esos cables ya no volverán a sostenerme, mucho menos a limitarme.

×××

Días después de la muerte de mi padre, donde solo permití que recuperaran pocas partes de su cuerpo, Isabella me llamó para que cenáramos juntos. Me pareció extraño, porque había dicho que estaría encontrándose con el abogado para el dictamen del testamento, pero no ha viajado. Ha estado actuando extraño conmigo desde lo sucedido y muy apegada a Aquiles. No dejé huellas que pudieran delatarme, pero he llegado a pensar que puede imaginar que tuve algo que ver, pero no quiero ensuciarme las manos también con ella.

Llegué a la casa y me di cuenta de que no estaban los hombres de mi padre y eso sí está fuera de lo normal, normalmente está Aquiles con ella.

—Hijo—me abrazó al llegar, y escuché su llanto.

—¿Qué sucede, madre?

—La casa se siente tan sola desde que tu padre no está. Casi no estás en la casa. Deberías venir más a menudo para compartir conmigo; ahora que tu padre no está, me siento muy sola.

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora