Capítulo setenta y nueve

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Me encontraba sentado en una silla, mientras el médico me examinaba la herida en el brazo. El dolor punzante y la presencia de Kleaven a mi lado no hacía más que aumentar la tensión en la habitación.

—¿Cuál es la excusa esta vez, John?

—Fue una emboscada bien planeada —respondí con una mezcla de soberbia y frustración—. El perpetrador era un profesional bien entrenado. Me tomó por sorpresa.

Frunció el ceño, claramente molesto por lo sucedido.

—¿Cómo es posible que alguien haya logrado infiltrarse sin ser detectado? —inquirió, mirándome con una mirada escéptica.

—Lo siento, mi señor. Mi prioridad era protegerlo a usted—respondí, justificando mi supuesta incompetencia—. No esperaba que alguien fuera capaz de burlar nuestra seguridad de esa manera.

—¿Viste su rostro?

—No. Llevaba un casco con lentes ahumados.

Asintió, aunque no parecía completamente convencido. Era evidente que estaba molesto por la vulnerabilidad de la situación, y no podía culparlo. Su seguridad era mi responsabilidad, y haber permitido que algo así ocurriera era una mancha en mi reputación.

—Quiero que des con esa persona y lo desaparezcas antes de que mi paciencia se agote. No aceptaré un tercer fracaso, John—me advirtió.

No podía decirle que el perpetrador era en realidad mi esposa. Sería demasiado peligroso revelar esa información, especialmente cuando no tenía pruebas concretas de que no fuera más que una mera coincidencia.

×××

Pasaron varias semanas de angustia. Establecí contacto con un investigador de confianza al cual le encomendé la tarea de investigar sobre el tatuaje de Daisy. Algo en eso me generaba cierta inquietud y familiaridad, como si lo hubiera visto en algún otro lugar antes.

Él me envió la información por medio de varios documentos, dejándolo en el lugar acordado y estratégicamente guardado. Tenía varias encomiendas de Kleaven, así que aproveché esa salida para ponerme al tanto de la información valiosa que había encontrado para mí.

En el sobre, ajeno a la variedad de documentos con información, también había adjuntado imágenes de diversos tatuajes, pero el más que llamó mi atención, fue ver entre ellos el de Daisy. No había duda, era el mismo.

Hace muchos años, oí rumores en el bajo mundo respecto a una organización criminal llamada “Saeva Vindicta”. Todo parecía ser parte de una vieja leyenda, nada en concreto con base o fundamentos, pero lo menos que esperaba ver era ese nombre en los papeles que debían estar relacionados a mi esposa.

La historia de Saeva Vindicta se remonta al siglo XII, cuando un disidente de la orden de asesinos conocida como los hashshashin, desencantado con los métodos de la organización, decidió separarse y fundar su propia orden, junto con otros miembros igualmente disconformes. A diferencia de su predecesora, Saeva Vindicta adoptó un enfoque más amplio en la gestión de sus asuntos, lo que le permitió perdurar a lo largo de los siglos.

En los registros históricos, la información sobre esta organización es escasa debido al estricto secretismo que impone a sus miembros. Sin embargo, se rumorea que Saeva Vindicta cuenta con presencia en numerosas organizaciones políticas y financieras a nivel mundial. Un ejemplo destacado de su influencia fue el asesinato del archiduque Franz Ferdinand en 1914. El perpetrador, Gavrilo Princip, fue entrenado por una organización serbia ya extinta llamada "la mano negra", que con el tiempo fue absorbida por Saeva Vindicta. Se especula que "la mano negra" fue creada específicamente para llevar a cabo el asesinato del archiduque, desencadenando así la Primera Guerra Mundial y asegurando la venta de armas, municiones y proyectos de construcción dirigidos por miembros de Saeva Vindicta, enriqueciendo así sus recursos financieros.

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora