Capítulo tres

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Tuve intimidad con Pilar, pero en realidad, no sentí nada de lo que he oído a tantos hombres describir. No deseaba esto, aun así, lo hice. Era tarde para arrepentirme. Estaba consciente de que era muy pronto para perder mi primera vez con alguien que no tenía interés en mí y, que yo tampoco en ella. Para mí esto no era algo importante, nunca lo ha sido, solo lo vi como una orden más.

—He terminado, papá.

—Ese es mi hijo. ¿Dónde está la chica?

—Está llorando en la habitación.

—¿Te gustó?

—Sí—era otra mentira más. Jamás podría gustarme algo como eso, pero si él estaba feliz, yo también lo estaba.

×××

Fui al negocio con Aquiles y me quedé varias horas vigilando desde lejos que todo estuviera marchando en orden.

—Joven, ¿se encuentra bien? Lo noto algo distraído —preguntó Aquiles.

—Estoy bien, solo estoy pensando en todo lo que falta por atender. ¿Alguna vez hiciste algo de lo que luego te arrepientes?

—Claro que he hecho muchas cosas de las que luego me arrepiento, es normal cometer errores.

—¿A qué edad tuviste tu primera vez?

—A los 13, casi 14.

—¿Sentiste algo?

—¿Algo cómo qué?

—No sé, placer o algo así.

—No recuerdo muy bien con quién fue, pero supongo que es normal sentir algo en ese momento.

—Entonces ¿por qué yo no sentí nada?

—¿Tuvo su primera vez ya?

—Sí, pero no sentí nada, quizá fue porque ella no me gusta.

—Está aún joven, ya tendrá tiempo de experimentar con una mujer de verdad. Hay que darle tiempo al tiempo, no te preocupes por ese tipo de cosas.

—En realidad no me preocupo por eso, pero sentí curiosidad en saber sobre el tema.

Vi un movimiento extraño con una de las muchachas, y fijé mi mirada en ella. Me quedé viéndola sin desviar la mirada; se veía nerviosa y miraba de reojo a todos lados, por lo que me levanté de la silla, y caminé con Aquiles hacia donde ella.

—¿Todo bien por aquí? — al escucharme cerca se puso nerviosa.

—Sí, joven.

—Retírate de la mesa— le ordené, y ella se paró frente a mí—. Quítale la ropa interior, Aquiles.

—Sí, joven.

Aquiles le bajó la ropa interior, y cayó al suelo una pequeña bolsa, con no más de 10 gramos de coca.

—¿Qué planeabas hacer con esto? — Aquiles se fue a su espalda, y la obligó a arrodillarse.

—Esto es un error. Alguien la puso ahí—su rostro se llenó de lágrimas.

—¿Alguien? Me interesa conocer a ese alguien.

—¡Fue ella! — señaló a otra de las chicas, y la miré.

—¿Yo? —preguntó desconcertada.

Aquiles la registró y no tenía nada.

—¿Tienes alguna prueba sobre lo que dices, señorita? —le pregunté, y palideció.

—Estoy segura de que ella fue.

—¿Ahora estás dudando? A ella no le encontré nada, pero a ti sí. ¿Qué haremos contigo ahora?

—No, joven, no me haga nada. Le juro que yo no lo hice.

—Lo más que detesto son las mentiras. Aquiles, encárgate del asunto, por favor.

Aquiles sacó el arma y le disparó en la cabeza. Todas se quedaron petrificadas, mirando el cuerpo sin vida de la chica.

—Eso va de advertencia a todas. No se quieran pasar de listas como ella, o terminarán igual. ¡¿Entendieron o no?!— alcé la voz, y las miré a todas.

—Sí, joven— todas afirmaron a la par.

—A trabajar, que eso no se hace solo — les ordené.

Siguieron trabajando y Aquiles mandó a otro de los hombres a limpiar el desastre.

—Yo le diré a mi padre para que consiga a alguien más.

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora