Capítulo noventa y siete

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Nos encaminamos por el largo pasillo hacia donde Kwan se encontraba, cuando escuché unos pasos provenientes de una de las habitaciones a nuestra izquierda. Al girar la cabeza, vi a un hombre alto, de cabello negro y buenos genes, saliendo. Al fijar mis ojos en su rostro, un destello de familiaridad me atravesó. Algo en él me resultaba reconfortante, como si mi subconsciente intentara decirme que ese hombre no era una amenaza.

Se detuvo en seco al verme, sus ojos se abrieron de par en par, y su expresión cambió de sorpresa a un visible alivio. Pude notar cómo su rigidez inicial se desvanecía mientras sus facciones se suavizaban en una mezcla de incredulidad y felicidad.

—¿Sra. Daisy? —preguntó, su voz apenas un susurro lleno de emoción contenida.

Asentí, sin saber exactamente qué decir.

—No puedo creerlo… ¡Estás viva! —exclamó, acercándose a mí con una sonrisa que no podía contener.

El desconocido se detuvo a unos pasos de mí.

—No sabe cuánto me alegra saber que está aquí. Guardaba la esperanza de que estuviera en alguna parte, con vida… ¿Qué le ha pasado? ¿Quién le ha hecho esto?

Algo en sus palabras resonó profundamente en mí, como si, de alguna manera, su sentimiento se reflejara en los fragmentos rotos de mi propia memoria.

John se aclaró la garganta suavemente.

—No tenemos mucho tiempo, Abdiel. Acompáñanos, tenemos que reunirnos con Kwan.

—¿Me buscaban? —oímos la voz de Kwan desde la orilla de la escalera.

—Tenemos problemas.

—¿Dime un día que tu mera existencia no me traiga problemas?

—Lo sé. Ya te he causado suficientes problemas, pero ahora se suma uno mayor —sacó el celular de la organización, mostrándole el contrato que permanecía vigente y con una cifra mucho mayor de lo que había estado hace varios minutos atrás.

—¿Qué hiciste? ¿Por qué demonios mi nombre aparece ahí?

—Esa es una muy buena pregunta, lastima que no tenga una respuesta.

—Joder, tengo que llevarme a Mía…

—No, no hará falta. Mía se irá con nosotros.

—¿Qué? ¿Has perdido la cabeza, John?

—Esa decisión no es algo que debamos discutir contigo—dije tajante—. Mía es nuestra hija, y no hay mejor lugar para estar que con nosotros; sus padres.

—Ni siquiera se han sabido cuidar ustedes mismos, ¿qué le puede esperar al lado de ustedes? ¿No les ha sido suficiente con todo el daño que le han causado a esa pobre niña? Si bien sé que el mejor lugar donde puede estar es con ustedes, me niego rotundamente a que la expongan una vez más. ¿Cómo es posible que se hayan involucrado con una organización como esa? ¿Tienen idea de lo que se les viene encima?

—El único que no tiene idea de lo que se le viene encima, eres tú, si piensas que permitiré que te opongas a que nos llevemos a nuestra hija con nosotros. No tienes ningún derecho de opinar aquí.

—Tengo muchísimo derecho a opinar, después de todo, ella es mi sobrina, y he sido yo quien la he estado cuidando y protegiendo hasta ahora.

—Tú mismo lo has dicho; hasta ahora. Ya tu turno acabó, así que se irá con nosotros—respondí.

—Ella no irá a ninguna parte con ustedes; fin de la conversación.

Desenfundé mi arma, apuntándole directamente a la cabeza.

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⏰ Última actualización: Jun 10 ⏰

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