Capítulo cincuenta y siete

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—Los dejaré a solas. Permiso— Abdiel salió de la habitación. 

—¿De cuándo acá estás a solas con Abdiel en la habitación? 

—Le estaba pidiendo ayuda. 

—¿Ayuda para qué? 

—La comida me cayó mal y le estaba pidiendo que fuera a la farmacia por mí, no quería preocuparte. 

—¿Por qué siento que me estás mintiendo? 

—No te estoy mintiendo.

—Cuando mientes desvías la mirada, muerdes tus labios inconscientemente y retrocedes un paso. Acabas de hacerlo al entrar, también al tratar de explicar las cosas. ¿Me vas a decir qué está ocurriendo? 

—Ya te dije que no está pasando nada. 

—Si no quieres decirme, no hay problema— llevó su mano a mi cuello y se acercó—. Más que nadie sabes que no me gustan las mentiras, cosita. Espero que lo que sea que estés ocultando, no sea nada importante. No olvides lo que pasó la última vez—caminó hacia la puerta—. Espero te sientas mejor para que podamos salir esta noche. 

¿Por qué no se lo dije? Dejé que me venciera el miedo y la inseguridad. Tengo miedo de que me pida abortarlo. Después de todo, ni siquiera supo lo que sucedió con nuestro primer bebé, pues ni enterado estaba. 

Él no se ha querido proteger conmigo, aun así, no sé si haya pensando en esta posibilidad. Sé que él ha cambiado, pero no sé cómo lo tome. ¿Acaso no es normal tener miedo? Perdí uno y no quiero perder este. 

John

Odio que me oculten las cosas y más que sea ella. Todo estaba bien. ¿Qué demonios está ocurriendo ahora? 

—¿No vas a irte? — le cuestioné a Abdiel, al toparme con él en la sala. 

—¿A dónde, señor?

—A la farmacia— se puso nervioso y supe que era mentira—. No tienes que fingir, ya sé que es una mentira de ella. ¿Qué está pasando entre ustedes dos? 

—Nada, señor. Le aseguro que no está pasando nada de lo que está pensando. 

—¿Qué es lo que oculta? 

—Señor, eso es algo que debe decirle la señorita, no tengo derecho a decir una sola palabra—suspiré de mala gana, y seguí caminando al estudio.

¿Qué me estás ocultando, cosita?

Tengo que preparar algo, pero no tengo idea de que demonios hacer. 

×××                 

Ni planificar un altercado era más complicado que planificar una cita. Esta niña me volverá loco, más de lo que ya me tiene. Ahora ni concentrarme puedo. He tenido la mente quemada todo el día, gracias a esa situación de por la mañana. Hasta dolor de cabeza me ha dado. 

Le dije que se preparara. Fui a comprarle un collar, el mejor de la joyería. Ni siquiera sé si le guste ese tipo de regalos, aun así, me arriesgué. La mujer de la joyería quería convencerme en comprar un anillo, pero aún es muy pronto para eso. Nuestra relación empezó hace poco y pedirle una cosa como esa, sería demasiado. No puedo imaginarme arrodillándome para pedirle matrimonio. Nada más de pensarlo, me da algo de gracia. Hasta donde he llegado por una mujer. 

Me fui a bañar y al salir, me vestí con mi gabán negro. Daisy se quedó en la otra habitación. Mientras me ponía la corbata, ella entró al cuarto y me le quedé viendo. Vestía un traje rojo, que nunca se lo había visto puesto. Su cabello lo dejó suelto y su dulce perfume activó hasta la última hormona en mi cuerpo. Tengo que controlarme porque quedamos en que íbamos a salir, y si la sigo viendo como lo estoy haciendo, la obligaré a quedarse. 

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora