Capítulo cuarenta y cinco

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Fui a la farmacia a comprar medicina que pueda reducirle la fiebre, para así regresar a la casa. Subí a su habitación y la vi recostada. 

—Oh, ¿no te has muerto?

—Para tu desgracia no. ¿No te enseñaron a tocar la puerta, John? 

—Esta es mi casa, no tengo que tocar la puerta para entrar a tu habitación.

—¿Y si hubiera estado desnuda o con otro hombre aquí? 

—Los quemaría vivos, además de que dudo mucho que puedas estar con alguien debido a tus condiciones. 

—¿Estás queriendo comprobar si puedo?

—Quién sabe. 

—Tu ropa está bien sucia, deberías bañarte. 

—¿No te importa lo que pude haber estado haciendo, te preocupa más la ropa? A veces eres interesante o es que estás realmente loca. 

—O simplemente me acostumbré a verte así. 

—Otra mujer en tu lugar, estaría asustada de mí. Eres muy extraña, ¿sabías? 

—Hablando de extraños. ¿Qué estabas imaginando para estar tan alegre? — me miró el pantalón, y sonrió. 

—¿Qué hacías mirando a esa parte?

—¿Yo qué culpa tengo de que andes apuntándome con esa arma? 

—No es por ti, mujer, no te ilusiones. 

Caminé hacia la cama y saqué las medicinas del frasco para extendérselas. 

—¿Y por qué estás así entonces?

—Estaba con otra mujer y como tuve que detenerme para venir, me quedé así. 

—Ya veo, parece que esa otra mujer no te atendió bien. 

—¿Por qué pones esa cara de poco amigos? 

—Es la única que tengo. Yo puedo hacerlo — me arrebató las pastillas de la mano y las llevó a su boca—. Gracias, y buenas noches. 

—¿Me estás echando de aquí? ¿Crees que luego de que tuve que dejar de hacer lo que estaba haciendo por venir a traerte esto, me voy a ir como si nada? ¿Cómo piensas pagarme?

—No tengo dinero, y estoy totalmente jodida con esta pierna, así que no sé cómo voy a pagarte. 

—Para algo tienes tus manos, tu boca y tus tetas, ¿o es que tampoco le sabes dar uso?

—¿Tú realmente estás diciendo eso, John? Eres la persona más vulgar y pervertida que haya conocido en mi vida. Ya trajiste las medicinas, así que puedes irte ahora a terminar lo que empezaste en otro lado. Conociéndote, no creo que tengas problemas en activar tu superpoder, ¿o sí? — sonrió.

—Es una buena idea. ¿Para qué quiero un trabajo de una mujer inexperta? Que te mejores— salí del cuarto.

Niña estúpida. Definitivamente algo anda mal en mi cabeza. Primero me pongo más duro que el puño de un loco, solo por una niña inexperta, segundo, acabo de reaccionar como un niño malcriado al que le quitan su juguete y se pone a hacer berrinches. Estás viejo para andar actuando así, John. 

×××

Me quedé debajo del agua, necesitaba calmarme, estaba hirviendo, pero no precisamente de fiebre. Comencé a tocarme, pero esto era ridículo. No es justo que tenga que conformarme con la mano, cuando fue ella quien provocó esta incómoda erección. Que se haga cargo. 

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora