Capítulo setenta y ocho

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He estado rompiéndome la cabeza tratando de averiguar quién pudo haber sido la persona que frustró mi tarea. Mandé a inspeccionar el edificio donde el tirador efectuó el disparo, pero al mismo tiempo, no quiero involucrarme más en esto. Desafortunadamente, por órdenes de Kleaven, me tocará dar con el culpable.

Aunque preferiría mantenerme al margen, sé que no puedo desobedecer las órdenes de Kleaven, no por ahora. Tendré que redoblar mis esfuerzos y explorar todas las pistas posibles para encontrar al responsable y evitar cualquier consecuencia desagradable para mis planes y para mí.

Recibí una llamada de Kwan, y mientras escuchaba sus noticias sobre mi hija, alcancé a oírla de fondo llamándome "papá". Reconocía mi voz, incluso a través de este aparato que nos separa. Mi corazón se encogió de culpa al darme cuenta de que la estoy dejando en manos de alguien más, incapaz de cuidar de ella como quisiera. Daría lo que fuera por estar a su lado, protegerla y verla crecer día a día. Pero sé que no puedo permitirme ese lujo. Su vida correría peligro si decido dejar las cosas a medias. No importa a dónde vayamos, Kleaven siempre nos encontrará. Por eso, necesito arrancar las cosas de raíz, eliminar cualquier amenaza que pueda ponernos en peligro.

Aunque me duela en lo más profundo de mi ser, sé que esta es la única opción que tengo. Se lo prometí antes de partir y haré todo lo posible por mantenerla a salvo, incluso si eso significa alejarme de ella por un tiempo más. Es un sacrificio que debo hacer para protegerla, incluso si mi corazón se rompe en el proceso.

—¿Todavía nada? —su pregunta me encoleró—. ¿Cuánto tiempo más me tendrás de niñero? Tú eres su padre, John. Deberías estar aquí para ella.

—No necesito que me lo recuerdes.

—Entonces haz algo al respecto, en lugar de esconderte detrás de tus excusas.

—¿Crees que no lo intento? ¿Crees que no daría cualquier cosa por estar con ella? Pero no puedo arriesgar su vida.

—Siempre tienes una excusa, ¿verdad? Si realmente quisieras estar con ella, encontrarías una manera. Estás perdiendo tiempo valioso que no se recupera.

—Lo sé, créeme que lo sé y no necesito que alguien como tú me lo diga.

—Tu hija te necesita. Creo que es tiempo de que aceptes la realidad, y de que le des prioridad a lo que realmente importa y a lo único que tienes. Seguramente mi panterita, donde quiera que esté, si es que está con vida, algo que sinceramente dudo, no estaría muy feliz de que abandones a tu hija por dejarte cegar por ese sentimiento de culpa, condenando a esa pobre niña que no tiene la culpa de tu incompetencia.

La frialdad en sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago. Aunque me joda, sé que, de alguna manera, tiene razón. Mi hija merece más que un padre ausente, y me siento culpable por no poder estar allí para ella en este momento crucial de su vida.

—No pienso pedirte que me entiendas. Solo espero que en el día de mañana, sea ella quien lo haga—digo finalmente, antes de colgar el teléfono y dejarme caer en una silla, sumido en un mar de dilemas y angustias. Mi hija necesita más de lo que puedo ofrecerle en este momento, y no sé si alguna vez podré perdonarme por eso.

×××

Me encontraba en el estudio de Kleaven, acompañando a su socio y amigo mientras entre ellos discutían sobre negocios. A medida que observaba su partida de ajedrez, no podía evitar hacer comparaciones entre el juego y mi situación actual. Veía las fichas moverse estratégicamente por el tablero, cada una con un propósito definido, mientras yo me sentía como una ficha más, moviéndome según los caprichos de ese viejo decrépito.

El tatuaje, que alguna vez llevé con orgullo en mi espalda como símbolo de poder y dominio, ahora me recordaba amargamente la situación en la que me encontraba. Una vez más, me veía atrapado en un juego del que no podía escapar, siendo utilizado como una marioneta por aquellos que creían tener el control sobre mí.

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora