Capítulo cuarenta y ocho

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En la mañana, Daisy y yo nos encontramos en las escaleras de la casa, estaba vestida muy profesional, hasta me impresionó. Llevaba una blusa blanca con encajes en el cuello y una falda negra un poco más abajo de las rodillas. 

—Te ves diferente. 

—¿Te gusta? — se dio una vuelta, y sonrió.

—Sí, te ves distinta. 

—¿Eso es todo? 

—¿Qué esperas que te diga? 

—Que te gustó o que me veo linda. Falta que se te salgan las babas, pero eres tan orgulloso que no puedes decirlo. 

—Te ves muy linda, ¿feliz? 

—Sí.

—Mandé a preparar tus documentos y estarán listos en dos días. 

—¿Y cuál será mi nombre?

—Lucy. 

—¿Por qué lucy? 

—¿No te gusta? 

—No. 

—Con más razón, entonces con ese te quedarás. 

—Imaginé que dirías eso. 

—No hagas amistades, y si las haces, no hables de tu vida privada. Quiero que te centres en el trabajo y todo lo que tenga que ver con el, ¿entendido? 

—Sí, jefe— su sarcasmo se pudo notar a simple vista. 

—Eso suena interesante, deberías decirlo más a menudo. 

—¿Es una fantasía que tienes?

—Se podría decir que sí. 

—No has cambiado nada.

Llegamos a la empresa y la presenté a todos, las habladurías entre los empleados no tardaron en aparecer. Nunca había traído a alguien aquí. Daisy se apreciaba tranquila y sonriente. La traje a la empresa en la cual mi padre solía pasar largas horas, en la misma donde se encontraba con sus amantes, es la que necesita más ayuda ahora. 

—Esta es mi oficina y ahora también tuya. Puedes usar esta, como también la otra que te mostré, en la que te sientas más cómoda. Dado el caso de que tendrás que estar concentrada, supongo que la otra te conviene más. 

—¿Vas a desconcentrarme en esta? — sonrió pícara.

—¿Estás tratando de provocarme? Te advierto que no voy a aguantar tus provocaciones. 

—¿Y qué harás al respecto?

Hasta que al fin está mostrando interés. Supongo que es lo que nos hacía falta, pasar más tiempo juntos y a solas. Tal vez esta haya sido una buena idea. 

—¿Qué crees que haré? —me dirigí hacia la puerta y le puse seguro. 

—No lo sé, tú dime. 

—Parece que al fin estás deseando tener algo. 

—El hecho de que no lo demuestre, no significa que no quiera. 

La tomé por la cintura y llevé mi mano a su cuello.

—Parece que nuestra unión en esta empresa, será más interesante de lo que creí que sería— colocó sus manos en mi pecho, y sonrió.

—Creo lo mismo— me miró fijamente—. ¿Aún no sientes nada por mí, John? 

—¿Por qué dañas el momento con esa pregunta innecesaria? — robé sus labios, y apreté su trasero, presionando a su vez, su cuerpo contra el mío. 

—¿Eso es un no? 

—Guarda silencio— volví a besarla y la apoyé contra el escritorio, ella se reclinó sobre el y me acomodé entre medio de sus piernas para continuar besándola.

—Espera… — puso su mano en mis labios, evitando que continuara—. ¿Por qué no respondes lo que te pregunté? No me voy a molestar, es solo que pienso que han pasado mucho tiempo y todo sigue igual entre nosotros. Nada ha cambiado, ni siquiera sé lo que soy para ti. Me dijiste que no me hiciera ilusiones, pero no puedo comprenderte. A veces me tratas bien y diferente a las demás, y otros días eres frío y cortante conmigo. Te juro que trato de entenderte y de no ilusionarme contigo, porque sé que no tengo oportunidad, pero ¿por qué cuando quiero olvidarte e ignorar lo que siento, tienes que tratarme tan bien que hace que las esperanzas, muy en el fondo, las guarde? Si no planeas corresponderme, al menos sé claro conmigo en que no vas amarme nunca y no me ilusiones tratándome bien. 

—Creí que te lo había dejado claro, Daisy. 

—¿Es esa mujer que me dijiste? ¿Esa mujer que no puedes olvidar? ¿Esa mujer por la cual no besas a ninguna otra?

—¿Eso es lo que quieres escuchar? Pues sí, eso es. ¿Feliz? 

—Entonces, ¿por qué me besas a mí? — me sentía entre la espada y la pared, no encontraba qué responder porque aún si trato de pensar en una respuesta, ni yo mismo lo sé. 

—Porque formas un drama para todo, porque te quejas de que no sé tratar a una mujer y ese tipo de cosas, y al ver que besándote, puedo obtener lo que quiero, pues simplemente lo hago. 

—¿Es solo eso?

—Sí, ¿qué pensabas? Ya te lo había dicho, y creí que era suficiente con decírtelo una vez, pero veo que no. 

—Ya entendí, John. 

—Yo no soy el hombre que quieres, ni el que mereces.

—Aun así, eres un maldito egoísta que no me deja tener a nadie más, que quiere que permanezca como una puta sombra al lado tuyo, cuando no tienes ni un puto interés de corresponder lo que siento. ¿Alguna vez has pensando en lo que yo siento? Siempre piensas en ti, te vale madres lo que yo sienta. ¿Para qué me quieres al lado tuyo, si no sientes nada? ¿Sabes lo que duele tenerte cerca? Si no estás dispuesto a quererme, entonces yo no estoy interesada en convertirme en un juguete más. Pasa el macho con otra, porque yo estoy cansada de este juego estúpido y cruel que tienes conmigo — me empujó y salió de la oficina.

Ya se lo dije una vez y fue ella quien no lo comprendió, pero… ¿Por qué me duele el pecho? ¿Por qué tiene que importarme lo que ella diga? ¿Por qué ni siquiera yo puedo encontrar una puta respuesta en mi cabeza? ¿Qué mierdas me sucede?

Alma Negra (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora