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. . . . ° ۣۜ ᬽ 𝗧𝗶𝗺𝗲 𝘄𝗲𝗻𝘁 𝗼𝗻 𝗳𝗼𝗿 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆𝗯𝗼𝗱𝘆 𝗲𝗹𝘀𝗲,
𝘀𝗵𝗲 𝘄𝗼𝗻'𝘁 𝗸𝗻𝗼𝘄 𝗶𝘁 |. . ° • . .
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Desde el chasquido, los últimos cinco años habían ocurrido en medio de una nube tormentosa de recuerdos. No existía nada más memorias cubiertas de bruma y pena, de melancolía y un sabor amargo al pensar en todo lo que perdió, en todas esas cosas que la vida le brindó y que le arrebataron con nada más que un tronar de dedos.

Así de rápido podían ocurrir las cosas y se lamentaba cada mañana al despertar que quien continuara allí fuera ella.

Y es que, jamás se sintió tan débil y tan a merced de su propio sufrimiento; ya era una cosa conocida, porque en su larga vida pasada ocurrió, sin embargo, no era habitual que se sintiese de tal modo, como si algo le quemase por dentro, todo el tiempo, en el peor de los sentidos. No era la clase de ardor que le generaba el éxtasis, el furor... sino la desesperación y el tormento por anhelar de vuelta lo que le arrebataron.

Era sorprendente mirarse en el espejo y no reconocerse, verse y no encontrar nada más que una creatura de pena.

—¿Qué harás hoy? —Curioseó Peacock a Nath al ingresar a la recepción.

Romanoff le miró con una ligera sonrisa, una cortés y empática que a veces a Arcane le parecía de lo más cancina y no porque ni agradeciese su comprensión o que siempre intentara levantarle el ánimo a pesar de su propio dolor, sino porque le hacía reprocharse a sí misma que aún con todo el tiempo transcurrido, no avanzó nada.

Seguía estancada en el mismo lugar. Todos avanzaban y ella permanecía estática, como un jarrón en un rincón cubriéndose de polvo.

—Hoy es día de concejo —Respondió su amiga viéndola acomodarse junto a ella en el sofá.

Ambas se quedaron tumbadas viendo el techo en silencio. No se oía nada más que el suave zumbido del aire acondicionado de fondo y la luz blanca creaban una ambientación que le arrulló hasta cierto punto. Tanta calma hacía que fácilmente entrara en una especie de transe en el que empezaba a dormitar.

—Y... Steve me pidió que te recordaba lo del grupo de apoyo.

Fue imposible para Arcane no soltar un suspiro largo y pesado. Escuchar aquellas palabras eran algo que solo la inquietaba, porque sabía que cierta presencia dentro de su mente de inmediato cobraba acción. A pesar de que ya se llevaba mejor con ella, que comprendió que no importase cuanto se esforzara, era una clase de reflejo de su misma persona con el que debía de vivir... era imposible que no tuviese una voz propia y que le generara repulsión hacia sí misma, un autosabotaje en su máximo esplendor.

Por eso es que no le sorprendió sentirla casi a su lado en el sofá, como si de pronto cobrase forma y la volteara a ver con una sonrisa ladina llena de burla, recordándole que no era capaz de enfrentarse a la desgracia y mucho menos a la realidad abrumadora en donde James Barnes estaba muerto.

𝗟𝗔𝗩𝗘𝗡𝗗𝗘𝗥 𝗛𝗔𝗭𝗘 || Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora