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. . . . ° ۣۜ ᬽ 𝗔𝗻𝗱 𝗮𝗹𝗹 𝘁𝗵𝗲 𝗯𝗮𝗱 𝗯𝗼𝘆𝘀 𝘄𝗼𝘂𝗹𝗱 𝗯𝗲 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗯𝗼𝘆𝘀
𝗜𝗳 𝘁𝗵𝗲𝘆 𝗼𝗻𝗹𝘆 𝗵𝗮𝗱 𝗮 𝗰𝗵𝗮𝗻𝗰𝗲 𝘁𝗼 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗵𝗲𝗿 |. . ° • . .
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Tenerlo de vuelta fue como si un montón de colores se hubiesen reavivado apenas lo vio. Fue imposible no sonreír contenta y fue un reto el mantener a raya el éxtasis para no saltarle encima y mostrarle al resto cuan enloquecida la tenía por él.

Aunque eso sí, apenas tuvieron la oportunidad cuando se descuidó el resto, había disfrutado de su boca, de su mano caliente que le apresó la cintura y tiró de ella con ansia, igual de desesperado que ella por sentirse de nuevo. Se había reído de manera disimulada sobre sus labios, consumiendo con gusto, con lentitud, al menos la suficiente para disfrutar el regreso de su compañía.

Fue como si la preocupación al fin pudiese marcharse y les brindó la seguridad y confianza para saber que no tenían por qué volver a vivir las mismas torturas de su pasado.

—¿Iremos a bailar, cierto? —Preguntó ella conforme avanzaron por el prado que embellecía el lugar donde residían, con sus dedos envueltos en los suyos y sus orbes claros viéndola con ternura— Nakia me obsequió un vestido que me gustaría usar.

—Por supuesto —respondió con una pequeña sonrisa, consiguiendo que la de ella se ensanchara aún más. Dios, ¿cómo era posible que pudiese alegrarle el corazón de ese modo con un solo gesto?

Ni siquiera sabía si eso era normal, se sentía como una adolescente enamorada de la idea del amor, lo cual era peor.

—¿Cómo fue? —Preguntó entonces Cane durante su agradable camino, consiguiendo que él volviese a ese habitual ceño fruncido que intimidaba a cualquiera.

Se lo quedó pensando unos instantes, con la curiosidad de la blonda denotándose en su mirar sobre él. Al final, cuando se giró a verla, volvió a sonreír, porque era una respuesta de lo más sencilla en realidad.

—Pan comido —aseguró confiado, haciéndola reír— fue un buen descanso —pronunció y por esa curvatura en sus labios y su tonito picante, podía asegurar a que hablaba con un doble sentido, uno que la hizo acalorarse, sobre todo cuando sus dígitos se aferraron más a los de ella.

—No te escucho quejarte sobre eso por la noche —ronroneó coqueta.

Ambos se echaron a reír.

—Estuvo bien —comenzó a contar James.

Era temprano por la tarde, con el sol reluciente y la gente más viva que nunca. Vieron a su alrededor a decenas de personas que llevaban a cabo sus actividades con placidez. Muy a lo lejos alcanzaban a distinguir a las Dora Milaje entrenando y a otras de ellas hablando con algunos miembros de la guardia de la Tribu Fronteriza. Niños corrían jugando con sus madres mientras andaban en sus labores y animales paseaban por allí con tranquilidad, todo viviendo en armonía.

𝗟𝗔𝗩𝗘𝗡𝗗𝗘𝗥 𝗛𝗔𝗭𝗘 || Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora