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. . . . ° ۣۜ ᬽ 𝗔𝗻𝗱 𝗯𝗮𝗯𝘆, 𝗳𝗼𝗿 𝘆𝗼𝘂, 𝗜 𝘄𝗼𝘂𝗹𝗱 𝗳𝗮𝗹𝗹 𝗳𝗿𝗼𝗺 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗲
𝗝𝘂𝘀𝘁 𝘁𝗼 𝘁𝗼𝘂𝗰𝗵 𝘆𝗼𝘂𝗿 𝗳𝗮𝗰𝗲 |. . ° • . .
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No sabía cuál era el motivo, pero a Arcane le encantaban los besos lentos, esos en los que hay un abrazo de por medio, caricias lánguidas en la piel del otro y suaves suspiros de por medio, arrancados producto del hambre que se acrecentaba con calma, de una deliciosa manera pasiva que provocaba estragos en su estómago, que sintiese revolotear todo dentro de ella.

Los labios de Bucky eran tan suaves que, en conjunto de su textura y su sabor, la ponían a levitar en conjunto con los toques firmes de su mano áspera. Las caricias de sus dígitos callosos por su muslo desnudo de arriba abajo le fascinaban y ni hablar de su torso desnudo apegándose al de ella, separados apenas por la delicada tela de la camiseta que llevaba puesta.

Tirar de su pelo largo y sedoso oloroso a su shampoo de bambú era una fantasía de lo más erótica, arrancarle bajos gruñidos era un deleite y una tortura, inquieta por lo que crecía con parsimonia, cada vez expandiéndose más y más por sus fibras.

—Este era tu plan —susurró sobre su boca él, con la voz ronca, poniéndola a vibrar ante la manera en que su timbre actuaba en ella, en que la atarantaba cuando le hablaba así, con un ligero tonito burlón que la sometía a su merced.

—Me atrapaste —le siguió el juego, ambos soltando risitas de lo más eróticas en medio de besos pausados, cortos y mojados, al menos antes de que volviesen a su consistencia tan conocida, flojos y aletargados, sedientes y profundos.

Un gemido escapó de su boca cuando su núcleo rozó contra su dureza, con una potencia que le envió un sacudón por su espina dorsal. Los pantalones de chándal le sentaban increíbles a Bucky y en momentos como ese, conseguían ser un benefactor de lo más satisfactorio al dejarlos sentirse así con tanta intensidad. A él le encantaba ocasionarle eso, arrancarle esos gemidos y jadeos deseosos, oírla desesperada, llena de impaciencia.

Pero a pesar de las ansias, ninguno de los dos cedió, quedándose a consumir del otro con ese ritmo sosegado, uno que les encendía la libido paulatinamente, que entre más roces y más humedad les iba acelerando más la respiración, una agitada y caliente, densa, con lenguas deseosas y dedos más anhelantes. Oh Dios, sentían que les podía reventar el corazón en el pecho.

—Sabes increíble —aduló ella en voz baja, sonriendo antes de que su boca volviese a buscarla con capricho, inquieto y extasiado por oírla.

—Créeme... tú sabes mucho mejor —masculló, tan bronco que la manera en que resonó en su sistema fue como si un relámpago le cayese encima, electrificando cada parte de ella, enviando pulsaciones sabrosas en zonas ocultas de su cuerpo.

𝗟𝗔𝗩𝗘𝗡𝗗𝗘𝗥 𝗛𝗔𝗭𝗘 || Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora