No Place Like Home 3: Promises That Never Started Right

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Promesas Que Nunca Empezaron Bien





Dick recogió a Wally después del trabajo. Fue un infierno conseguir los días libres (tuvo que prometerle a su Capitán que, cuando lo necesitara, haría tiempo extra por dos meses) pero Dick lo logró. Así que, después del trabajo, manejó su moto más allá de los límites de Gotham, pasando los suburbios y hacía las verdes colinas de los Terrenos Wayne. Era el final de la tarde cuando llegó, el viento otoñal era más cruel e intenso que en los días anteriores. Había sido un día nublado, pero prometía aclararse antes del anochecer. Cuando llegó Dick, Wally estaba terminando de alistarse, metiendo la ropa que Dick le había comprado en una bolsa de gimnasio y arrastrándola hasta el gran vestíbulo donde Dick estaba esperando. Iba a dejar su moto y tomar uno de los autos de Bruce para el viaje, escogiendo un Volvo plateado del garaje. Wally se había burlado de Bruce mientras le entregaba las llaves a Dick diciéndole que solo porque tenía que pretender ser un playboy no significaba que necesitaba una flota de autos a su disposición. Bruce, entonces miró a Wally por un momento, sin soltar las llaves, antes de finalmente ceder cuando Dick le dió un codazo en el costado al velocista retirado. Así que, con Wally y con sus cosas empacadas, se dirigieron de vuelta a la ciudad, virando en el Puente Westward hacía la madriguera que era Bludhaven.

Para cuando el edificio de apartamentos de se elevó sobre sus cabezas, al tiempo que el auto avanzaba hacía él, el cielo ya se estaba tiñendo con obscuridad que se arrastraba desde los bordes. Dick aparcó el carro en el estacionamiento subterráneo, cuando se bajaron para sacar de la cajuela las cosas de Wally, el aire estaba húmedo, frío y olía mucho a cemento. Guiando a Wally hacía el interior, al elevador y hasta su piso, Dick sintió como su corazón se llenaba más rápido y estaba más caliente dentro de su pecho. La silenciosa campana que indicaba los pisos que pasaban se sentía más como una cuenta regresiva. Ni siquiera podía discernir a qué le temía. Era algo seguro que estaba nervioso; solo un mes atrás nunca habría soñado estar de pie en un elevador con Wally, a punto de entrar casualmente a su departamento como si fueran a tener una pijamada. Ahora se encontraba casi temeroso de dejarlo entrar, de que viera cómo su ausencia había cambiado a Dick, incluso en las formas más sutiles.

Estaba sobrepasando. Eso era todo.

Jugueteando con las llaves en la cerradura, Dick abrió la puerta y entró a su departamento en penumbra, tan enfocado en mantener la puerta abierta que olvidó encender la luz. Estaba completamente obscuro, pero los ventanales alineados en la pared del fondo mostraban una vista extensa de la resplandeciente ciudad debajo. Cierto... las luces. Dick presionó el interruptor y, al siguiente instante, el espacio se iluminó y la ciudad desapareció de las ventanas, bloqueada por el reflejo del departamento.

—Bueno, —dijo Dick encogiéndose de hombros mientras arrojaba sus llaves a la encimera de la cocina.— Hogar, dulce hogar.

Wally silbó por lo bajo mientras se quitaba los zapatos, con su bolsa aún colgandole del hombro.

—Genial, —comentó. Dick tenía que admitir que ciertamente estaba un paso por encima del pequeño lugar que habían compartido en California.— ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Quitándose primero la chaqueta y después los zapatos, Dick se detuvo para pensar en la respuesta. —Alrededor de... un año y medio ya.

Wally asintió, deslizando la correa de su bolsa de gimnasio por su hombro y sobre su cabeza. Se adentró lentamente en el departamento, asimilando todo. Dick trató de no quedarsele viendo, pero no pudo evitar observar cada uno de sus movimientos por el rabillo del ojo mientras pretendía mirar un folleto que habían deslizado debajo de su puerta. Aparentemente, los Torneos de Mini Golf Comunitario eran una mala distracción para no mirar a su previamente-muerto novio inspeccionando su departamento. Finalmente, Wally se detuvo al pie del sillón, observandolo por un momento antes de dejar caer su bolsa ahí... como si estuviera preparándose para dormir en la sala. Dick, honestamente, no sabía qué hacer con eso, ni con la forma en que su estómago se apretó ante la idea. Wally estiró los brazos sobre su cabeza, sus ojos escanearon las paredes, los estantes y los muebles antes de finalmente llegar a Dick. Allí, su mirada se detuvo, y Dick prácticamente pudo ver los engranajes girando en su cabeza mientras procesaba la respuesta de Dick.

Watercolour [Birdflash]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora