No Place Like Home 7: Shallow Graves

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Tumbas Poco Profundas

No había un límite real entre el cementerio y los campos. En algún momento, las tumbas se habían dispersado y la hierba se había extendido por las tierras bien labradas. La pequeña capilla blanca situada en el límite de Keystone se asomaba hacia las granjas rurales, y a cierta distancia su campanario no se diferenciaba mucho de una chimenea o de una antena meteorológica. Unos cuantos árboles se alineaban a ambos lados de ella, dando sombra al estacionamiento del edificio o velando a los muertos. Sus hojas empezaban a cambiar. En la última semana, que Wally y Dick habían pasado en la frontera entre Kansas y Missouri, había empezado a hacer más frío. Los campos estaban siendo cortados, la hierba se secaba y las hojas empezaban a caer. Una hoja en particular, de color rojo casi puro, había caído del roble cercano y se había posado sobre la lápida de Wally.

Wally se encontraba de pie junto a su tumba vacía, con las manos en los bolsillos de su chaqueta color marrón, mirando su nombre grabado en la piedra. Era sólo su nombre. Su nombre, su fecha de nacimiento y el día de su muerte. Había un ataúd a dos metros bajo sus pies. En otro universo, habría sido suyo, en alguno en el que no hubiera tenido tanta suerte. Él habría estado allí abajo. Comida para gusanos. Por mucho que intentara sentirse de alguna manera en particular, en realidad Wally no podía pensar qué sentir. Era difícil imaginarse estar muerto cuando el sol de la tarde era cálido y la brisa era fresca, y las cigarras y los cuervos cantaban en algún lugar de los árboles, y todo estaba... bueno, muy vivo a su alrededor. Aunque los terrenos empezaban a marchitarse. Incluso cuando las flores colocadas en el jarrón empezaban a secarse.

Simplemente era extraño. Wally había ido pensando que lo vería y obtendría algún tipo de gran claridad, qué vería el mundo en el que se había despertado bajo una luz diferente, o algo que le cambiaría la vida. Al fin y al cabo, era duro pensar que Dick había estado aquí el día que enterraron aquel ataúd vacío, que eso era todo lo que había quedado de él en el mundo: un nombre en una losa de piedra. Era duro pensar que Dick había tenido que leer su nombre de esa forma. Era duro pensar que sus padres probablemente lo visitaron sabiendo que los últimos años de su vida Wally no había querido saber nada de ellos y que, por lo que sabían, nunca tendrían la oportunidad de arreglar su relación.

¿Pero justo ahora? Todo lo que Wally sentía era una extraña sensación de calma. Eso era todo, una losa de roca con un nombre en ella, un impostor entre las filas y filas de muertos. Wally no estaba muerto. Estaba aquí, viviendo y respirando, girando la cabeza hacia el sol, con los ojos cerrados, mientras respiraba hondo y exhalaba hacía la fría ráfaga de viento. No estaba seguro de lo que iban a hacer ahora con la tumba. ¿La dejarían como una especie de monumento a lo que había sucedido, o la iban a desenterrar para... qué, para qué otra pobre alma habitara una tumba de segunda mano durante el resto de la eternidad? Wally no lo sabía. Descubrió que, por mucho que lo intentara, realmente no le importaba. Él estaba aquí. Eso era lo que importaba.

Unos pasos crujieron entre las hojas esparcidas por la hierba detrás de él. Wally no necesitó mirar atrás cuando Dick se acercó y se detuvo a su lado, con las manos también metidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero. Ambos permanecieron en silencio durante un largo rato, mirando fijamente la lápida. Hasta que Dick levantó la vista, respirando lentamente por la nariz mientras observaba el cementerio, que le resultaba demasiado familiar.

—Vaca fantasma.

Wally resopló. Intentó contener la risa, pero de igual manera se le salió, sacudiendo los hombros mientras agachaba la cabeza y trataba de controlarse. Dick parecía demasiado satisfecho de sí mismo y de su chiste. Miraba fijamente a Wally mientras se tapaba los ojos con la mano, con una sonrisa tan brillante que no tenía derecho a existir en un cementerio... pero, de nuevo, tal vez eso era lo que la hacía tan impresionante. Cuando Wally consiguió por fin recobrar la compostura, levantó la vista para ver aquella sonrisa y aquellos ojos azules tan vivos que brillaban en su dirección. Sacudió la cabeza, sacando su mano derecha del bolsillo para poder pasarla alrededor de los hombros de Dick, acercándolo lo suficiente como para darle un firme beso en la sien. Permanecieron así un momento, antes de que Wally volviera a mirar la lápida.

Watercolour [Birdflash]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora