No Hay Lugar Como El Hogar
Viejos Amigos
(No hay necesidad que me digan donde han estado)
M'gann se encontraba sentada en la mesa del solarium, mordiéndose las uñas llegando hasta la punta de los dedos mientras miraba por la ventana. Era un algo arbitrario... considerando que fácilmente podía hacerlas crecer o encoger al tamaño que quisiera, pero parecía uno de esos hábitos Terrestres adquiridos. Era un tick nervioso, y en aquel atardecer dorado sus nervios eran intensos. El sol brillaba por lo bajo, tiñendo el cielo de un color durazno y resaltando la pelusilla a la deriva de los álamos en el perímetro del terreno. Era una tarde líquida, se filtraba en el agua del charco bajo la ventana, inmóvil como cristal. La Mansión Wayne, a pesar de su arquitectura gótica, tenía un cierto encanto a la luz menguante del día. Lastima que eso no fuese suficiente para apaciguar sus nervios.
—M'gann, —dijo Zatanna, sobresaltando a la marciana, sacándola de su ensimismamiento y provocando que apartara los ojos de la ventana.— ¿Estás bien?
M'gann se incorporó de un salto en su silla y miró a su amiga solo para volverse a encoger bajo el arco de su ceja inquisitiva.
—¿Eh? ¡Oh! Si, si, claro que estoy bien, —balbuceo.
Aquella tarde, los siete se encontraban reunidos en La Mansión Wayne. Raquel aún no había llegado, dejando a M'gann, Artemis, Zatanna, Kaldur y Conner esperando en el Solar. No mucho después de su llegada, Dick había desaparecido en algún lugar de la enorme casa, diciéndoles que se sintieran como en casa y que volvería en un momento. Honestamente, a nadie le había molestado, ni siquiera habían pensado mucho en ello. Pero eso había sido hace casi media hora y aún no había rastro del Chico Maravilla. En algún momento Alfred había entrado para dejarles un platón con botanas de pita, aderezo de alcachofa y también una botella de Prosecco, pero desafortunadamente preguntarle al Mayordomo sobre el paradero de Dick resultó ser infructuoso.
Al menos la comida y el vino estaban ricos, aunque no iban a durar mucho más si Dick los hacía seguir esperando. Casi la mitad del dip se lo habían comido Conner y Zatanna, y M'gann encontraba que, a medida que pasaba el tiempo, la botella, aún en su recipiente con hielo, resultaba cada vez más tentadora. Giró lo que aún le quedaba en su copa, tomó un sorbo y deliberadamente evitó el contacto visual con la inquisitiva mirada de Zatanna.
Zatanna se encogió de hombros, cruzó la habitación y se dejó caer en el diván donde estaba desparramada Artemis. La rubia no parecía tan dispuesta a dejarlo ir. —¿Segura? —preguntó mientras Zatanna se ponía cómoda sobre su costado.
M'gann tomó otro sorbo. —¿Por qué no lo estaría?
—Has estado tensa desde que llegamos, —señaló Conner desde el asiento de al lado. Posó su mano sobre la de ella y frunció las cejas mientras la miraba con preocupación. Era algo tan increíblemente tierno, pero el efecto se perdió un poco porque Conner tenía una mancha de dip en la mejilla.
M'gann trató de contener la risa, pero fracasó por completo al pasar el pulgar por la mejilla de Conner. —Estoy bien, —insistió.— simplemente tengo muchas cosas en la cabeza. Luego les explico. Lo prometo.
Ya fuese que alguien en la habitación le creyera o no, no hubo tiempo de discutirlo. Poco después, llegó Raquel por el pasillo, atravesando las puertas francesas del Solar con Amistad a sus espaldas.
—Perdón por llegar tarde, —dijo jadeante mientras se quitaba el bolso del hombro y trataba de, al mismo tiempo, quitarse también la chaqueta.— La niñera me canceló en el último momento y mi Mamá hoy trabaja hasta tarde, así que tuve que traer a Amistad. —Arrodillándose frente a su hijo, Raquel le quitó la chaqueta y lo sujetó de los hombros.— No toques nada, ¿entendiste? Cada cosa aquí probablemente cueste el doble de tu colegiatura universitaria.
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Watercolour [Birdflash]
Fiksi PenggemarEsta historia cuenta la relación de Dick Grayson y Wally West; desde que eran unos niños idealistas, unos adolescentes atontados, y hasta los hombres adultos que tienen el peso del mundo sobre sus hombros. Ellos pueden con todo lo que la vida les po...