ADOP. 28

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El cielo por alguna razón se encontraba nublado, siendo invadido por horribles nubes grises, las cuales solo indicaban que pronto llovería con fuerza, trayendo consigo una posible fuerte tormenta. El viento era casi lo único que se lograba oír, manteniendo el ambiente tranquilo y relajado...

O eso era hasta que de la nada una ambulancia llegó, estacionándose rápidamente en el estacionamiento del gran hospital, llamado la atención de algunas personas que se encontraba en la recepción esperando, pudiendo escuchar como la sirena de emergencia alertaban a los ayudantes y camilleros que corrieron ante la alarma, llevando consigo todo lo necesario para auxiliar y apoyar a los enfermeros que estaban dentro de aquella ambulancia.

La puerta se abrió y de ella salió completamente asustado y agitado el alfa pelinegro, quien respiraba irregularmente y sudaba con nerviosísimo, escuchando los quejidos y gritos del omega pelirrojo, lo cuales le taladraban los nervios por no saber que hacer más que ver como los enfermeros de la ambulancia que llamó trataban de tranquilizar al omega, quien no paraba de llorar en desesperación, dandole una idea al alfa y todo el que esté cerca lo doloroso que era dar a luz a una vida.

El pelinegro miró hacia la entrada del hospital, avanzando hacia la entrada y rezando en silencio que las personas que querían estén ahí estuvieran cumplido su turno.

Entró con nervios y con los sentimientos a flor de piel, sintiendo como el olor a medicamento y desinfectante se colaban por sus fosas, produciendo un malestar en su estómago, el cual no ayudaba para nada a su asustada apariencia afligida.

Corrió por la recepción a pesar de que sabía que no estaba permitido, importándole poco en ese momento si lo regañaban...

Centró su mirada a una mujer mayor de cabello negro y algo canoso, viendo como entre sus manos traía una pequeña libreta en la cual estaba anotando con tranquilidad, muy distinto a como se sentía el alfa, quien creía que en cualquier momento se le saldría el corazón por la boca de lo angustiado y agitado que estaba.

-Buenas tardes señor ¿en que puedo ayudarlo?-habló con demasiada calma, desesperando de cierta manera al pelinegro.

-¡Tengo un omega! ¡Un omega embarazado!- habló rápida y torpemente, sobresaltando un poco a la beta mayor, quien se alarmó por el repentino fuerte tono de voz- ¡y esta dando a luz ahora mismo!

La beta miró algo confundida al alfa, claramente no poniéndose en su lugar al ver lo desesperado que se encontraba por el bienestar del omega que aún estaba en la camilla de la ambulancia, siendo primero tranquilizado antes de ingresar al hospital.

-Lo siento mucho señor, tendrá que pedirle a la ambulancia que tome otro hospital como destino...-pidió, anotando en su libreta algo con mucha calma y lentitud- todos los obstetras están ahora mismo ocupados y los que estaban disponibles terminaron su turno hace veinte minutos atrás.

-¡No hay tiempo para eso!- desesperó aún más, abriendo los ojos con horror y sosteniendo entre sus dedos su cabello, dándose cuenta lo tarde que era- ¡debe de ayudarlo, él es muy joven y esta muy asustado!

-Le repito nuevamente señor... los obstetras que se encargan de ayudar a los omegas a dar a luz están todos ocupados- volvió a explicar con voz monótona, haciéndole al alfa querer golpearla, lo cual hubiera hecho si no fuera que la beta era mujer y encima de una edad avanzada- su omega no es el único embarazado y que esta desesperado por dar a luz.

-¡Ahg, usted no entiende!- levantó más su voz, recibiendo la mirada de los pocos pacientes que estaba esperando en la recepción- ¡debe de haber alguien! ¡Un maldito doctor disponible!- gritó nuevamente, tomando de los hombros de la beta, sacudiéndola con fuerza, la cual no midió por el mismo desespero que estaba sintiendo su lobo, ganándose así la mirada hostil del guardia de seguridad, quien comenzaba a ponerse alerta ante la actitud del alfa.

𝐀𝐃𝐎𝐏 ||  𝙺𝚊𝚒𝚂𝚘𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora