Capítulo 33: En dónde todo comenzó y comenzará.

8 0 0
                                    

Dos semanas luego de que Kiri, Kino y Muria empezaran su viaje hacia Equios; en la capital de Irgald, se expandió una noticia que conmocionó, a todos sus ciudadanos.

El Panal, la cueva que era usada cómo prisión, para alojar a los más peligrosos criminales del País, había desaparecido. O más bien, había sido completada.

Que una cueva desapareciera al completarla era algo natural, pero cómo nadie era capaz de recorrer todos sus laberintos ni tampoco había tesoros por recoger, la idea de que eso se lograra, nunca pasó por sus mentes.

Nadie conocía la razón y nadie conocía al responsable. Lo único que se sabía, era que, de un día para otro, tantos los guardias como los presos, habían aparecido muertos en aquel lugar dónde solía encontrarse.

Y cuando los habitantes de Irgald no creían que habría una noticia más impactante, llegó otra, que hizo un revuelo aún más grande.

Los cinco Países humanos, luego de una reunión que habían tenido en secreto bajo sus propias narices, acordaron liberar sus fronteras.

[¡¿Qué? ¡Eso es imposible!]

[No puede ser... ¿por qué ahora? Han pasado treinta años. Creí que lo habían hecho para protegernos.]

[Escuche que ahora los demás Países planean invadirnos. Somos los más débiles, después de todo.]

[Pero nosotros tenemos al aventurero más fuerte, August. ¿no? Al menos deberíamos tener alguna oportunidad.]

Los comentarios de los ciudadanos se empezaron a esparcirse por todo Irgald y por todos los Paises; y pronto, tanto nobles como campesinos, empezaron a pensar cómo esto afectaría sus vidas.

Y consciente de todo el revuelo, un elfo oscuro se encontraba en un pequeño bote al este de los límites de Irgald, bordeando el inmenso mar que cubría el mundo, pensando sobre los frutos de su trabajo.

[Ah...] -suspiró Arcel. -[Que buen día, para arriesgar la vida.]

Arcel observó al frente y se encontró con un mar salvaje, llenó de tormentas, tornados, criaturas mortales y rayos que caían días tras día.

[No tengo tiempo para ir hasta Demsper. Así que... usaré la ruta corta.] -comentó confiado.

Había una razón por la cual nadie llegaba a Equios a pesar de que todos los Países tenían acceso a él, ya que básicamente lo rodeaban.

Luego de la Guerra de la Paz, para evitar que nadie más se acercará a ese País con esas criaturas llamadas, Riaros. El hechicero más poderoso en la historia, Gracius Paradox, usó toda su magia para maldecir los mares que rodeaban aquel lugar, llenándolos de monstruos y un clima destructivo.

Aunque era posible ir de un País a otro por rutas secretas que rodeaban aquella peligrosa zona del mar, Equios era la única excepción y dado que nadie se atrevía a ir directamente hacía allí, pronto, Equios quedó en el olvido. Y aquellos que recordaban su existencia, se podían contar con los dedos de la mano.

Sin embargo, aquel elfo oscuro llamado Arcel, se puso en marcha para cruzar aquellos mares salvajes, conocidos como El mar de las Siete Esquinas.

Fueron 3 días de tormento. Y Arcel no descanso en ninguno de ellos.

Cuando su bote no pudo más, decidió empezar a nadar y a pesar del gran físico y la gran resistencia que poseía, pronto, empezaron a acabársele las opciones.

[Mal... maldición...]

Había usado todas las estrategias que se le habían ocurrido y todos los símbolos que conocía. Había esquivado cientos de rayos y olas con astucia e incluso llego a domar a algunas criaturas del mar para avanzar más rápido. Sin embargo, solo había logrado llegar al punto de poder visibilizar aquella tierra prohibida.

Soy el más fuerte... ¿verdad? (Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora