3.SOÑANDO DESPIERTA

2K 143 4
                                    

Cassandra Reid

Por lo que parece una eternidad me quedo mirándolo con fijeza. El cabello azabache, el mentón prominente y... los ojos azules; esos mismos que vi en las profundidades del mar... Es él, el príncipe encantador de mis sueños. Pero... ¿cómo es posible? Estoy segura de que jamás en mi vida he visto a este hombre. Si lo hubiera hecho, de seguro lo recordaría.

¡Qué bueno está, por Dios! 

Y la declaración que ha hecho... La mismas palabras que escuché esta mañana. Es como revivir mi sueño, pero de una manera mucho mejor. ¡Está aquí! No lo puedo creer. ¿Me estaré volviendo loca?

¿Qué has dicho? —me encuentro tan anonada que de repente he olvidado el idioma y hablo en inglés.

—¿Cómo está mi hijo, doctora? —ignora mi pregunta, lo que me hace volver a mis cinco sentidos. Así que alejo mis tontos pensamientos y tomo una profunda respiración antes de contestar, esta vez en italiano—: La operación fue sencilla. El paciente presentaba un cuadro de apendicitis aguda no complicada. Es bastante común en los niños de su edad... —continúo explicando el proceder y actual estado de Federico Di Lauro. Sé que hay más familiares en la sala escuchando mis palabras, sin embargo, yo solo puedo prestar atención al italiano frente a mí. He caído en una especie de hipnosis—. Lo tendremos al menos cuarenta y ocho horas en observación —concluyo—, después lo volveremos a valorar para mandarlo a casa.

—¿Podemos ver a mi nieto? —interviene una señora muy guapa. Su parecido con el italiano es evidente.

—En unos minutos la enfermera Falco os llevará a la habitación del paciente —contesto—. Podéis estar tranquilos —vuelvo a centrar mis ojos en el príncipe de mis sueños y mientras lo miro, toda una película se reproduce en mi cabeza.

Recuerdo su aparición cuando creía que me ahogaría en el mar, sus fuertes brazos sosteniendo mi diminuto cuerpo, nuestras respiraciones sincronizadas, la calidez de su piel, la voz ronca varonil que me estremece por dentro y finalmente, sus besos... Aun puedo sentir el calor de sus labios sobre los míos.

Recuerdo mi excitación, el deseo, la expectación...

«Quiero más.»

Paseo la vista de sus esferas azules a sus apetecibles labios y debo luchar con todas mis fuerzas para evitar el sonrojo.

Es raro e imposible, pero siento que le conozco desde antes, mucho antes.

Cierro los ojos y respiro para poder continuar: 

—Como le he dicho a la pequeña, la recuperación es rápida y en unas dos semanas podrá volver a sus actividades normales.

—Muchas gracias por todo, doctora —alude la misma mujer de antes.

—No son necesarias —replico con un tono amable y profesional—. Solo cumplo con mi trabajo.

—De todas formas, mi madre tiene razón —intercede el padre de mi paciente. Su voz es tan ardiente que logra avivar el calor en mis mejillas. ¡Dios! Hablar de esa manera debería ser un crimen—, tiene nuestra eterna gratitud, doctora...

—Reid —completo.

—Mucho gusto, doctora Reid —sin previo aviso, toma mi mano para luego envolverla con la suya en lo que parece un saludo cordial—. Yo soy Adriano Di Lauro.

—El gusto es todo mío —respondo en modo automático, cautivada por su sonrisa ladeada. Este hombre podría conquistar el mundo con un simple gesto o una sencilla mirada. 

—Dígame, doctora Reid —emplea un tono más bajo al punto de que apenas logro escucharle—, ¿cree en el destino?

—¿Perdón? —cada vez me siento más descolocada e hipnotizada—. Me temo que no lo entiendo, señor.

La Esposa del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora