18.EL REGALO DE BODAS

1.7K 146 6
                                    

Cassandra

Recuesto la cabeza en la ventanilla del auto y la miro con fijeza como si pudiera sobrepasar el cristal blindado. Ahora la tensión entre los dos es mayor que antes. Ni siquiera podemos cruzar más de tres palabras y cada acción parece forzada.

Al día siguiente de la “no noche de bodas”, me dejó con los niños y desapareció sin más. Intenté entretenerme con ellos decorando la casa para recibir el año nuevo, incluso pasé horas tratando de entenderme con la consola, pero todo ha sido en vano, pues el italiano no sale de mi cabeza.

Casi me acuesto con él. En menos de cuarenta y ocho horas me he replanteado mi conducta más de cien veces. ¿Qué hubiera pasado si no lo hubiera detenido? ¿Por qué lo detuve? ¿De dónde viene este deseo irrefrenable que me roba la cordura? 

Mi móvil vibra, avisando la entrada de un mensaje. El remitente dice «Número privado», pero de igual forma lo leo. 

"Pronto recibirás tu regalo de bodas. Espero que te guste."

Ni siquiera me importa quién es, así que lo ignoro volviendo a guardar el celular. 

Mi cabeza anda en otro lado, pensando las tantas cosas que han sucedido en tan poco tiempo. 

Estuve comprometida con Dean desde los diecisiete años; salimos, nos conocíamos y aunque era consciente de que no lo amaba, había cierto grado de confianza entre los dos. Sin embargo, nunca me atreví a dar un segundo paso con él. A pesar de que mis padres me obligaron a aceptar su propuesta, intenté por todos los medios enamorarme de él, convertirme en lo que todos esperaban de mí. No obstante, mis esfuerzos fueron en vano, puesto que no conseguí desarrollar algo más allá de un profundo agradecimiento por alargar el compromiso y dejarme estudiar. Luego me di cuenta de su juego. El diablo Frost y mi padre fueron tan crueles que me dejaron estudiar solo para prohibirme ejercer. 

Llegó un momento en dónde no pude soportar aquel encierro, me ahogaba... y entonces, planeé mi huída. 

Me fui sin mirar atrás, aunque sin guardar rencor a ninguno. Por eso le dejé una carta a mi prometido; para que ambos pudiésemos avanzar. 

El caso es que en todo ese tiempo jamás viví lo que llevo experimentando durante las últimas semanas.

Imaginé que la convivencia con mi nuevo esposo sería difícil al principio, pero no a tal punto. Lo peor es que no sé hasta cuándo durará. Ninguno se decide a dar el primer paso. En cuanto a mí, todavía tengo muy frescos los besos y las caricias de hace dos noches.

El coche se detiene frente al hospital y no puedo evitar el suspiro que escapa de mis labios. Ya no soy una aprendiz; ahora seré una especialista más con pacientes y consultas propias. Es como empezar de cero.

—Todo está arreglado —escucho su voz por primera vez en horas—. El Director te espera en su oficina para darte indicaciones.

—De acuerdo —es todo cuanto digo.

—Un coche se quedará aquí a tu disposición junto a tres hombres.

—Está bien —vuelvo a responder con frases cortas sin inmutarme a protestar. 

Cierro los ojos preparándome mentalmente para el día que me espera mientras uno de los gorilas abre la puerta del auto. Ahora tengo más seguridad que el presidente.

—Aquí tienes —me extiende un archivo lleno de papeles.

—¿Qué es esto? —por fin obtiene una reacción de mi parte. 

—Tu regalo de bodas —contesta de manera escueta antes de dejarme ir.

«¿Regalo de bodas?»

¿El mensaje era suyo?

La Esposa del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora