30.SORPRESAS

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Cassandra

Un fin de semana en un complejo turístico...

Como si fuera la Luna de Miel que no tuvimos. Y el nombre del lugar me deja atontada por completo:

"Mia Cara"

—¿Es tuyo? —me encuentro preguntando. 

—Mi más reciente proyecto —acompaña su respuesta con un asentimiento de cabeza—. Aún no recibe huéspedes. La inauguración será el día catorce, por lo que tenemos cuarenta y ocho horas solo para nosotros y los niños. 

—¿El día de San Valentín? —mis ojos deben brillar con millones de preguntas.

El nombre hace referencia a mí y lo abrirá el día del Amor. ¿Intenta decirme algo o es solo una pura coincidencia? 

—Al equipo de publicidad le pareció ideal la fecha —se encoje de hombros sin más, logrando poner mis ilusiones cuesta abajo. 

De todas formas, habría sido demasiado bueno para ser verdad. 

—¿La abuela no vendrá? —pregunto temerosa.

Si también nos acompaña, prefiero quedarme en casa. La convivencia con ella se está volviendo insoportable. El primer día casi me la como cuando la encontré husmeando en mis cosas. Si no hubiese sido por la intervención de Adriano, se habría desatado el Apocalipsis. Desde entonces busca cada oportunidad que tiene para entorpecerme la existencia. 

—¿Por qué invitaríamos a la bruja? 

Oh. Dios. Mío. ¿Está riendo? 

«Sé que no le eres indiferente»,  recuerdo las palabras de mi amiga. 

Si estoy soñando no quiero despertar. Poco a poco nuestra relación ha ido evolucionando. Tal vez no me ame, pero algo debe sentir. Nadie en su sano juicio se arrojaría a los brazos de su esposa sin importarle el lugar o el momento, ni me protegería hasta de su propia suegra sino hubiese sentimientos de por medio. 

Bajo la vista para leer con detenimiento el precioso plegable del sitio paradisíaco en medio y entonces, él me arrebata el papel de las manos. 

«¿Pero qué...?»

»Ten listo tu equipaje y el de los niños, salimos pasado mañana a primera hora. 

Deja un beso fugaz en mis labios antes de marcharse en silencio. 

«¿Sufrirá algún trastorno de doble personalidad?»

—Este hombre va a matarme —murmuro mientras preparo un pequeño recipiente con las galletas—. ¡Juro que acabará conmigo! 

La cocinera aparece como por arte de magia y me ayuda con la leche para llevarla al salón. Ahora que lo pienso, ¿dónde se había metido el personal de la cocina? ¿Sabrá alguien de lo que hicimos mi esposo y yo sobre la isla? 

«Si a él no le importa, ¿a ti qué más te da?», me reprende mi fuero interno.

Él no tiene sentido común, pero yo... 

«¿Tú qué?», esa vocecita vuelve a invadir mis pensamientos. «Te enamoraste de él, tampoco es que estés muy cuerda.»

Termino peleando conmigo misma el resto de la tarde. Llevo un tiempo así y lo peor es que dicha batalla no parece tener fin. 

Entonces, él me toca y el resto del mundo desaparece para mí. 

Dejarme amar por él es como viajar al cielo, un cielo en llamas que nos quema la piel y nos funde a los dos como una sola esencia. 

La Esposa del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora