13.YO TENGO EL PODER

1.7K 142 7
                                    

Adriano Di Lauro

Beso la frente de mi hija pequeña antes de marcharme de la habitación. Incluso Federico se ha acostado temprano hoy sin poner ninguna pega. Supongo que la emoción debido a la noticia de la boda, junto a la actividad física, terminó por agotarlos. 

—¿Papi? —su dulce voz me detiene en la puerta y resoplo. En los últimos tiempos suele hacer esto. No sé si finge estar dormida o simplemente el sueño se le ha vuelto ligero. 

—Dime, Ella. 

—¿Falta mucho para la boda? 

Sin poder evitarlo, un suspiro escapa de mis labios. Alguien se encuentra aun más ansiosa que yo. No veo la hora de tenerla aquí, educando a mis hijos, siendo un ejemplo para ellos. Es la mujer perfecta para el trabajo, mi instinto me lo dice. 

—No, bambina —respondo al fin—. Casi nada. 

—Quiero que el tiempo pase rápido. 

—Pues para eso debes dormir —enfrento esos ojos celestes que tanto me torturan. 

—Entonces, dormiré cien años como la Bella Durmiente. Hasta mañana, papi. 

—Hasta mañana, Ella. 

Bajo las escaleras para volver a mi despacho. Espero que Piero haya conseguido la información ya. Necesito reunirme con Gibson Reid mañana a primera hora. Sin embargo, a medio camino me encuentro con la figura estilizada de Carina Fabri. 

—¿Es cierto? —su tono angustiado junto a las evidentes copas de más que lleva encima, le da un aspecto ridículo. Carina es fría, determinada y no permite que sus emociones le nublen el juicio... como yo—. ¿Te vas a casar con ella? 

—Creo que el «» de la novia se escuchó a la perfección en la fiesta —declaro pasando de largo. 

—¿Pero por qué? Y no me digas que tienes una relación con esa mujer hace tiempo porque a mí no puedes engañarme, Adriano. 

—No te debo explicación alguna, Carina. Siempre he sido claro contigo y no dejaré de serlo ahora. Cassandra Reid será mi esposa y deberás respetarla como tal al igual que el resto del mundo. 

—Estás cometiendo un error. 

—Yo no cometo errores, querida —manifiesto mientras me siento frente al escritorio para abrir el ordenador. De inmediato veo el correo de mi abogado en la bandeja de entrada y sonrío satisfecho. Por eso somos amigos, en cuestiones de negocios y trabajo es impecable. 

—Para todo hay una primera vez —se acerca a mí de forma peligrosa—. Tú y yo hubiéramos hecho una pareja explosiva, poderosa... 

—Discrepo —la interrumpo sin perder el tono despreocupado—. No confundas las cosas, Carina. Somos excelentes amantes y compañeros de trabajo, pero como pareja no funcionamos. 

—¿Por qué lo piensas? —cuestiona ella con una expresión desconcertada. 

—Porque nos parecemos demasiado. Además —alzo la vista para establecer contacto directo con sus ojos—, eres una mujer frívola, calculadora y manipuladora. Aunque soy inmune a tus encantos jamás se me ocurriría tomarte como esposa. 

—¡Eres un hijo de puta! 

Intenta abofetearme, pero ni siquiera llega a medio camino, pues sostengo su mano con rapidez. 

—Sí, lo soy —admito sin vergüenza alguna—; más nunca un mentiroso. No eres mujer para mí y puedo asegurarte que yo tampoco soy el hombre indicado para ti.

La Esposa del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora