24.ENFRENTAMIENTOS

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Adriano

Los ejecutivos parlotean a mi alrededor exponiendo alternativas y negocios para hacerme más rico, sin embargo, me resulta imposible prestarles atención. No puedo pensar en otra cosa que no sea destruir al capullo de Dean Frost. 

La rabia me corroe una vez más al recordar mi enfrentamiento de anoche con Cassandra. ¿Por qué tiene que ir a verlo? ¿Qué quiere de él? ¿Por qué no me contó sobre los mensajes desde un principio? ¿En verdad lo habrá visto ayer por primera vez o ya se había comunicado con él? Si no le hubiese descubierto, ¿me lo habría contado? 

Las preguntas continúan rondando en mi cabeza sin darme tregua. No me dejaron pegar ojo en toda la noche y ahora tampoco me dejan centrarme en el trabajo. 

—¿Señor? 

El salón se queda en completo silencio a la espera de una respuesta por mi parte. Ni siquiera he escuchado lo que han dicho. 

¡Joder! 

¿Cuándo me ha pasado esto? 

«Nunca.»

—Fuera de aquí —espeto.

—¿Señor? —todos me miran con expresión desconcertada. 

—¿No me habéis oído? —el tono helador les hace dar un respingo a cada uno. Saben que mis órdenes no se cuestionan—. ¿Qué hacéis aquí todavía? 

—Hoy estás más gilipollas que de costumbre —comenta mi mejor amigo una vez nos quedamos a solas—. ¿Se te acabó la Luna de Miel? 

—No me toques las narices, Pietro —advierto—. ¿Ya hiciste la gestión? 

—El trato está cerrado —sus palabras me otorgan cierto nivel de satisfacción. La ofensiva comienza, lo voy a joder por donde más le duele—. Comenzaremos a construir el resort. Será el primero en la ciudad. 

—Bien —nos trasladamos a mi oficina y voy directo al mini bar para servirme una copa de whisky. La tercera del día y son apenas las diez de la mañana—. ¿Qué hay de la situación de mi suegro? 

—También solucionado —me mira extraño cuando doy el primer trago, puesto que no suelo beber tanto, mucho menos a estas horas—. Su puesto como embajador está garantizado y la candidatura marcha de perlas. Frost no podrá intervenir. He tenido que dar unos cuantos incentivos para lograrlo, pero... 

—No me importa —le interrumpo. El dinero me tiene sin cuidado—. Soborna a quien tengas que hacerlo con tal de mantener a Gibson Reid a raya de todo esto. Hazle saber que ahora está en mis manos. Un movimiento en falso y su castillo de princesas se le derrumba. 

—Así lo haré. 

Una discreta sonrisa se forma en su rostro e incluso intenta ocultarla dándome la espalda para servirse un trago también. 

Pietro Varca es el único hombre sobre la faz de la Tierra —aparte de mi padre— que puede permitirse ciertas libertades conmigo. Más que mi amigo, es mi hermano; nos críamos juntos y estuvo a mi lado en el momento de mayor debilidad. Solo he tenido un problema con él: Stella. Nunca le gustó mi esposa y no dejaba de recarcarlo. Tarde me di cuenta de que tenía razón. 

—Suéltalo —ordeno al mismo tiempo que engullo el segundo trago. 

—Nada —ahora sí amplía la sonrisa al mismo tiempo que deja escapar un resoplido—. Es solo que para ser un matrimonio de conveniencia, te estás tomando muchas molestias. Además, ¿por qué te preocupa su pasado o te empecinas en desafiar al ex cuando podrías quitártelo de encima con un chasquido de tus dedos? 

La Esposa del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora