23.YO SOY TU DUEÑO

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Cassandra

El portazo que doy al entrar en la habitación resuena en toda la casa.
Furia, temor, desconcierto, deseo y otras emociones a las cuales no quiero ponerle nombre se mezclan entre sí hasta hacerme estallar la cabeza.

Demasiado para una noche.

¿Por qué mi ex tenía que aparecer justo ahora cuando comenzaba a adaptarme a mi nueva realidad?

El mensaje de texto se dibuja en mi mente y me estremezco por dentro.

«Si no vienes me enfadaré e iré a buscarte y sabes que no me porto muy bien cuando me enojo, amor.»

Una parte de mí siempre le tuvo miedo. Aunque conmigo se comportaba de manera distinta al resto del mundo, fui testigo de su crueldad, su agresividad y su falta de compasión. Dean Frost no da segundas oportunidades, no le importan los efectos colaterales y sobre todo, no amenaza en vano... Sin embargo, yo era su debilidad. Me convertí en su obsesión desde el día en que me conoció.

Durante estos dos años no he dejado de pensar en él, en cómo le afectó mi huída tanto en el ámbito emocional como en el profesional y público. A veces imaginaba que mi carta le había hecho ver la realidad y había logrado superar esa obsesión enfermiza por mí. Lo imaginé rehaciendo su vida, siendo feliz con alguien más... Pero nada de eso sucedió, fue un sueño al igual que mi matrimonio en los últimos días.

Ahora mi ex me amenaza para que me reúna con él y mi esposo maniático del control me prohíbe hacerlo.

Existen ciertas similitudes entre ellos y al mismo tiempo, muchas diferencias. No obstante, hay un rasgo que comparten junto a todo el género masculino: el jodido empecinamiento por imponer su voluntad.

—¡Maldita sea toda su estirpe! —exclamo en voz alta seguido por un chillido infantil.

Me abrazo a la almohada y me acuesto de lado sin reparar en el atuendo aún puesto.

Dejando en una parte las amenazas y los miedos, sí deseo ir al encuentro, necesito ir. Debo dejar todo aclarado y cerrar ese capítulo de mi pasado; justo como lo hice con mis padres. Me hubiese gustado tener unos días para asimilar su presencia y prepararme para la conversación, pero la plática es necesaria para él, para mí y hasta para el propio Adriano y los niños.

¿Por qué mi esposo no puede entenderlo? Es inconcebible el hecho de que me haya obligado a enfrentar a mis padres y por el contrario, quiera impedir que vea a Dean. No tiene lógica ninguna, al menos que...

«No», detengo mis pensamientos a tiempo.

Pero, ¿y si fuera posible? ¿Podría su negativa ser producto de los celos?

«No te hagas ilusiones, Cassandra», insiste mi parte racional.

«Para sentir celos deben haber sentimientos involucrados y él no siente nada por ti»

Es cierto, él no siente nada más allá del deseo. En cambio yo...

«Yo nada», me recuerdo a mí misma.

Me siento rara, como si estuviera viviendo en el cuerpo de otra persona. Estoy luchando conmigo misma y la batalla me resulta agotadora.

Mejor me voy a dormir y dejo de pensar en tonterías.

Me levanto para deshacerme de la ropa y el maquillaje antes de volver a acostarme. Mañana será un día mejor.

Consigo dormir muy poco y cuando me levanto para comenzar el día, mi cabeza es el mismo desastre de anoche. No obstante, tengo la decisión tomada... iré al encuentro. Sé que si no voy, él vendrá a buscarme y la situación será mucho peor.

La Esposa del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora