14.LA BODA

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Cassandra Reid

Contemplo mi figura en el espejo sumida en un profundo silencio. Tal pareciera que voy a un funeral y no a mi propia boda. 

Mis padres no han venido, no han llamado. Al parecer han cumplido con su amenaza y yo ya no existo para ellos. 

No sé por qué esperaba que aparecieran aún después de dos semanas. A estas alturas debería estar acostumbrada a sus desplantes, reclamos, ofensas y decepciones..., pero no es así. Su indiferencia duele y las palabras de aquella noche continúan pululando en mi cabeza junto a las dichas durante años. 

Me he matado estudiando, he sobrevivido sola en un país extranjero y sin embargo, ellos solo son capaces de ver a una hija prófuga y rebelde. 

El día en que huí de San Francisco conocía a la perfección las posibles consecuencias de mis actos y estaba dispuesta a asumirlas... O eso creía. 

Ahora veo que siempre guardé la esperanza de que mis padres recapacitaran algún día o al menos comprendieran mis acciones; pero tal parece que recibiré más apoyo de un italiano desconocido y sus hijos pequeños que de mis padres. 

Después de la fiesta de compromiso, tengo mis dudas sobre este matrimonio y estoy molesta con Adriano por forzarme a una situación que no deseaba y solo me trajo dolor... Sin embargo, no tengo otra opción sino seguir adelante. He firmado un contrato y no hay vuelta atrás. 

—¿Estás lista? —pregunta mi mejor amiga. 

Observo de reojo a mi —dentro de unos minutos— suegra, quien se ha ocupado de la ceremonia más que yo, antes de asentir. 

—No creo que alguna vez esté preparada para esto —hago un intento de broma para alejar los nervios—, pero debo avanzar. Mi prometido me matará si no aparezco en los próximos minutos. 

—Eso puedes darlo por hecho —asegura la señora Di Lauro. Me sigue sorprendiendo la rapidez con la que me ha aceptado como nuera. Conmigo ha sido toda sonrisas y muy amable—. Iré a ver los últimos detalles para que todo esté en orden. En cinco minutos partimos hacia el jardín. 

—Entonces no perdamos más tiempo —interviene Leah—. Tu italiano espera por ti. Ya ves, yo tenía razón con mis suposiciones. Ese bombón es solo tuyo... 

—Leah... 

—No te atrevas a negarlo, amiga —me corta de sopetón—. Y ya sé lo que vas a decir. Conozco los términos, ¿recuerdas? No obstante, en ninguna cláusula dice que no puedes echarte un buen polvo con tu marido. Aprovecha las oportunidades que te ofrece la vida. 

—Estás loca —niego con la cabeza. Agradezco que me saque una sonrisa en estos momentos—, pero eres una loca adorable. 

—Lo sé —se encoje de hombros sin más—. ¿Nos vamos? 

—Sí... 

El sonido de la puerta al abrirse nos distrae. Sin embargo, al ver a dos rostros muy conocidos entrar en la habitación, me quedo de piedra y con la mente en blanco. 

—¿Pensabas caminar hacia el altar sin mí? 

¿Es posible dejar de respirar con el corazón detenido y al mismo tiempo ser consciente de todo lo que sucede a tu alrededor? 

Puedo escuchar el aleteo de una abeja, las respiraciones de todos y hasta el sonido del viento. Es como si mis sentidos se amplificaran y a la vez se quedaran paralizados. 

—Habéis venido... —por fin encuentro las palabras. Luego tomo una gran bocanada de aire y la expulso para recuperarme de la sorpresa—. ¿A qué habéis venido? 

La Esposa del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora