Capítulo Once.

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Ryan.

Segundo error, no volveré a comer uno más o todo acabará antes de que empiece.

La mente de Nala es grande para comprender cualquier cosa, menos a mí y lo que llevo planeando desde hacía años. Por esa razón es preferible que ahora me odie por ser el traidor a tener que ser algo más que parte de su equipo. Será lo mejor para todos al final.

Todavía tengo el resentimiento por la trampa que me puso, me hizo creer lo que yo quería que creyera para luego sorprenderme con que al final, si sospechaba de mí.

Y después de todo, no puedo odiarla de verdad. Fue precavida, astuta y sigilosa, justo como le dije que fuera frente a Bria y Mama. Y también como debo serlo yo antes de cometer otro error y mi plan fracase. Inspiro hondo frente a la puerta de la oficina de Mama y toco tres veces de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera de los que estén pasando.

Del otro lado se escuchan los tacones acercándose con pasos elegantes, calmados, mientras que yo por dentro estoy temblando tal cual fuera una maldita gelatina. Vuelvo a inhalar profundo cuando se abrió la puerta y su sonrisa me recibió tan acogedora como lo era cada vez que venía.

Me extendió su brazo para que entrara, di el primer paso y es como si no hubiera nada en mi interior, absolutamente nada. Mi cuerpo y mi mente se convertían en una simple caja que guardaba un vacío.

— Te ves tenso ¿Pasó algo, Ry? — tomó asiento del otro lado del escritorio sin dejarme de analizar.

— Culparon a Syla, tuve que estar de acuerdo para que no sospecharan de mí— le esquivé la mirada— Nala está decaída por la traición, no tiene planes nuevos...

— ¿Qué tal tus rasguños? — sus dedos me tomaron de la barbilla, aún con la distancia nada le impedía no tocarme— ¿Te siguen provocando picazón?

— Los rasguños están bien— intenté alejarme, pero no sería bueno mostrarme distante. No con ella.

— ¿Con qué dices que te los hiciste? — siguió acariciandome la mejilla, ya no había costra, sólo dos líneas rojizas que seguían dándome picazón de vez en cuando— ¿Ramas?

— Intenté trepar para que nadie me molestara en el jardín, pisé mal y caí con la cara expuesta— repetí la historia.

Tuve que contarle esa mentira, si le hubiera dicho que fue Nala quien me rasguñó porque estaba teniendo una pesadilla donde ella la estaba asfixiando las cosas podían tensarse como una liga y rebotar en la cara de Nala sin previo aviso.

A Mama no le gusta que la comparen con un Monstruo y el hecho de aparecer en una pesadilla y no en un dulce sueño, es el significado de esa palabra que la describe por completo.

Además, cuestionaría más mis acciones y le diría a Bria que se pasara dos veces por noche por el pasillo de su dormitorio para vigilar que yo no entrara de nuevo.

Perjudicando el insomnio de Nala. Si nunca hubiese caminado del otro lado de la cerca con ella, jamás me hubiera puesto a pensar que hacía guardia en su propia puerta por si alguna de ellas dos entraba y cumplía su cometido; deshacerse de ella.

Me maldije en mi interior porque pude comprender los bostezos que ocultaba en cada reunión, los ojos cansados a punto de decidir que era mejor cerrarlos en el próximo parpadeo que dieran, en como cada vez se le hacían más grande las sombras debajo de sus ojos.

Pude entenderlo todo...

— No tuvimos la oportunidad de hablar de Bria, por cierto— añadí cambiando de rumbo la conversación— te dije que yo lo tenía controlado, no hacía falta que ella llegara.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora