Capítulo Trece.

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Ryan.

No iba a terminar nada bien esto, y no porque Syla estuviera llorando por lo que probablemente sea por descubrir la verdad que Nala se empeñó en ocultar, si no, porque Wiley no deja de elevar la voz enfurecida intentando seguir empujando a Nala como si sus gritos no fueran suficientes para ella.

Y como es Nala... aceptará lo que sea de Wiley para compensar el error que cometió sin querer cometerlo.

Algo que no voy a permitir.

Cubrí el cuerpo de ella con el mío al ponerme enfrente de Wiley, en segundos pude rodear sus brazos para inmovilizarlo por la espalda y hacer que dejara de poner sus manos en su cuerpo.

Como era de esperarse con un niño de quince años que se cree invencible y piensa que las cosas pueden ser así de simples cuando claramente nunca lo son, intentó zafarse de mí moviéndose como un maldito gusano.

Se terminó rindiendo con la cara enrojecida del esfuerzo cuando apreté más sus brazos tras de sí, dentro de su idiotez tuvo su momento de lucidez para entender que nunca le iba a ganar a su hermano mayor.

Aquel que se ha pasado toda su vida sintiéndose de la misma manera que Wiley mientras sigo en este maldito lugar sin poder escapar.

— Un movimiento más y te romperé la muñeca, tú decides si quieres seguir— murmuré.

— ¡Ry!

Como de costumbre, la defiendo y termino yo siendo el malo. Puede que ya me guste serlo.

— ¡Te creí, Nala! ¡Los dos confiamos en ti! — suspiré estando alerta por si hacía una señal de querer empujarla— ¡¿Por qué no nos dijiste?!

— Wiley... nunca lo quise hacer...— Nala se sorbió la nariz— no quería que cargaran con esa pena, los necesitaba atentos al plan para poder rescatar a...— su voz se cerró, conocía a la perfección ese nudo gigante que se plantaba en la garganta al grado que dolía pronunciar el mínimo susurro.

— ¿A quiénes? ¿Los que están vivos porque no pudimos hacer nada con los que ya están muertos?

Un borrón pasó por mi izquierda, se trataba de Syla corriendo para huir del enfrentamiento, dentro de sus gritos de Wiley pude escuchar los sollozos lastimeros queriéndolos contener. Si este no quisiera seguir lastimando a Nala lo soltaría para ir tras Syla.

El hecho de que me guste ser el malo de todas las historias mal contadas no significa que en verdad lo sea, que actúe como tal es otra cosa muy distinta a la realidad.

Pero no me confiaba de Wiley, así que dejé que el otro se fuera.

— ¡Cometí un error, pero yo no fui la que les hizo eso! — los párpados de ella se tornaron rojizos por el llanto— sólo quise proteger a mi familia...

— Guárdate tus chantajes, ya no volverán a funcionar conmigo ni con Syla.

— Wiley, eres mi hermano, jamás haría algo que te lastimara

— ¡No me llames así! — gruñó— no soy tu hermano y nunca en la vida lo volveré a ser.

Algo en el interior de Nala se rompió, lo supe porque miraba a Wiley de la misma forma que me vio a mí cuando descubrió que era el traidor. En sus ojos te podrías reflejar por el dolor que trasmitían, su respiración se contenía como si eso pusiera una pausa a lo ocurrido, sus manos temblaban por perder el control de la situación y su mente colapsaba como su corazón al no tener una solución.

De esa forma se rompía Nala. Y no había manera de poder recoger sus pedazos y volverlos a poner en su lugar porque quedarán grietas. Grietas que jamás se borrarán como lo son las cicatrices. Aunque estas cicatrices se les hacen llamar recuerdos.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora