Capítulo Veintitrés.

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Ryan

Estoy destruido.

Jamás creí que lo admitiría, porque entonces mi mente se rendiría como tanto ha anhelado hacerlo. Pero hay veces en las que tengo que aceptar las cosas que han sucedido para haber llegado a este punto. No soy mejor que ella. Nunca me creí capaz de escapar. No soy lo suficiente inteligente para burlar a todo un sistema que ha hecho lo mismo por más tiempo del que yo tengo viviendo.

No puedo salvar a Nala si tampoco pude salvar a Syla, ni a Emma... no puedo salvar a nadie porque ni siquiera yo puedo salvarme. Esa es la cruda verdad que siempre he decidido no ver, es el peso real que he cargado en mis hombros con cada reunión que teníamos en biblioteca para hacer un nuevo movimiento en los planes que al final no nos sirvieron de nada.

Wiley es un alma solitaria deambulando por los pasillos del orfanato, las veces que sale al jardín se va a refugiar al bosque y no vuelve hasta que un grupo distinto de nuestros demás hermanos van a buscarlo.

Sus bromas se han esfumado a la hora del almuerzo, su lugar en el comedor es alejado de todos, en la última mesa que nadie usa porque ya no somos suficientes para llenarlo todo como antes.

No he intentado acercarme para hablarle, cada que me mira miles de pensamientos le cruzan la cabeza por la expresión fugaz que me da luego de darse la vuelta y tomar otro camino que no nos haga coincidir.

Entiendo su reacción, porque yo también me odio, si no hubiera tenido esa pizca de compasión que Nala enterró en mí, quizá aquel amanecer pude haberlo salvado. Pero no lo hice, no sabía que iba a pasarme si mis manos se manchaban de sangre por el resto de mi vida.

Así que, nada más me quedé mirando como se alejaban con el destello liviano del farolillo hasta que, las puertas del túnel se abrieron y la sombra de Syla se perdió.

Como otra parte de mí lo hizo.

Con Nala ha sido la parte más difícil de todas estas semanas, desde aquella pelea que tuvimos en la enfermería algo cambió en nosotros, de tantos años que me pasé preguntándome cómo evitar alejarme de su vida sin siquiera ser parte, ahora no paro de preguntarme cómo volver a acercarme a ella sin que se sienta como si fuese un recipiente vacío, algo sin alma ni chispa de entusiasmo.

Las sonrisas que te pintan de rojo las mejillas y te achican los ojos ya no existen más en la vida de Nala, como tampoco en la mía desde que descubrí que Nala me evitaba como Wiley lo hacía.

Supongo que esto le ha de estar divirtiendo bastante a Isabella. Su objetivo tuvo buenos resultados, nos supo dar en el punto más débil de cada uno. No sólo se llevó a Syla, si no también hundió a Wiley en una miseria emocional incapaz de regresar a lo que era con todos esos chistes malos, esa personalidad burlona que sacaba de las casillas a cualquiera, pero que también te ayudaba a olvidarte de cualquier cosa que te preocupara.

Y lo que debe estar disfrutando más que todo es ver que por fin tuvo algo con que desmoronar a Nala y a su vez apartarme de ella.

Aún recuerdo como la sangre me hirvió al escuchar que Isabella le propuso tomar su puesto, le aseguró que las cosas serían más fáciles con su ayuda y que siempre podría recurrir a ella en cualquier problema.

Apreté la perilla de la puerta con tanta fuerza que mis dedos querían arrancarla para entrar e impedir lo que estuviera por decidir Nala, lo único que me detuvo fue escuchar su voz contestándole que:

«No era la vida ella que quería vivir», como era de esperarse cuando las cosas no salen tal cual Isabella las pensó, empezó a amenazarla, hundió sus garras como conmigo lo ha hecho.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora