Capítulo Veinticinco.

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Ryan.

¿En verdad estaba sucediendo? Sí, era un rotundo sí porque la hierba que aplastaba con mis botas era tan real como toda la adrenalina que sentíamos los grandes y los más pequeños con esta sorpresa tan increíble.

Como lo había ordenado Nala, Kit y Cora iban al frente por traer las sábanas en sus mochilas que nos ayudarían a trepar el muro, necesitaban llegar primero para tener todo listo y dejar de perder tiempo.

Algo que no teníamos.

Los menores iban al centro del tren humano, mientras que la mitad de los mayores iban al final conmigo, esto para que no se quedara ninguno a mitad de camino y tuviéramos que volver a encontrarlo. La oscuridad del bosque ponía de nervios a todos, se oían todo tipo de insectos y los sentías caminar por cualquier parte de tu cuerpo en el momento en el que te detenías por un segundo.

Faltaban pasos para llegar a la cerca, no podía ver, pero escuchaba como los del frente ayudaban a los niños a brincarla ordenándoles en silencio que siguieran a Mysen y Ellis. Quienes serían los primeros en trepar para ayudar al resto.

Faltábamos cuatro en brincarla, lo hubiera hecho si el grito desgarrador de Nala no me hubiera calado en los huesos haciendo que todo lo que sonaba en el bosque quedara en silencio.

Mis pies se quedaron enterrados en la tierra y hierba, mi mano se soltó de la de Wiley y mi corazón dejó de latir escuchando con eco una y otra vez mi nombre tras el sonido de las ventanas romperse en mil pedazos y una inmensa llamarada hiciera de día la noche.

Nala me necesitaba... Tengo que ir por ella.

Era lo único que mi mente pensaba tras romper nuevas ramas al regresar por el mismo camino hacia El Orfanato. Lo sabía, no debí alejarme de ella, tenía que estar a su lado, está no era solo su lucha ¿Y qué fue lo hice? Huí como un maldito cobarde dejándola sola con Isabella.

Seguía saltando arbustos, rodeando troncos y cavando grietas con cada pisada ansiosa y nerviosa que, no me di cuenta de que Wiley me perseguía llamándome para que me detuviera. La única razón por la que dejé de andar fue porque me tomó de la la mochila que Nala había preparado para mí.

— ¡Detente, maldita sea! — jadeó cayendo junto conmigo.

— ¡Suéltame!

— ¡Tenemos que irnos!

— ¡Dije que me sueltes! — intenté quitarme las correas de la mochila, pero olvidé que las tiras nos las amarramos alrededor del torso para que no se nos cayeran a la hora de trepar— Nala me necesita, tengo que regresar por ella.

— Es parte del plan, ella no te necesita— volvió a tirar de mí para que no pudiera desatar las tiras— sólo vas a estropear todo su plan si regresas por ella ¿Lo entiendes?

— ¡Gritó mi nombre! — bufé.

— ¡Y también incendió el maldito orfanato! — era inevitable no ver el fuego y el humo haciéndose cada vez más asfixiante sobre nosotros, sin olvidar las alarmas que ensordecían los oídos— te vas a levantar y brincarás la cerca, no dejaré que tu jodido instinto sobreprotector arruine lo que Syla deseaba vivir.

— ¿Y si no es parte del plan? ¡Ella quedará atrapada con Isabella, Nala es igual de valiosa que yo, incluso puede que más!

Lo único que traía en mente era la maldita propuesta de ser elegida para capacitarse y estar al mando de un orfanato.

— ¡Te vas a levantar y brincarás la maldita cerca! — me repitió la orden con un grito desesperado— ¿Qué parte no entendiste, Ryan?

¡Mierda, mierda mierda!

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora