Capítulo Catorce.

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Ryan.

La noche cayó en un bostezo, lo último que recuerdo antes de haberme quedado dormido en mi cama fue lavarme los golpes y cubrir mis nudillos hasta que cicatrizaran lo suficiente para no causar más revuelta de lo que causó Wiley caminando por los pasillos.

Todavía sigo pensando en que le diré a Mama, no puedo repetirle la historia de las ramas, esta vez son demasiados golpes para tratarse de mi torpeza, pero tampoco puedo decirle sobre el secreto de su oficina que, hasta hoy pude enterarme de lo que guardaba en esa habitación secreta.

Syla me lo contó, cada uno de los objetos más preciados de los niños que fueron elegidos se han guardado en una estantería de cristal, estando en el penúltimo lugar el peluche de Emma.

Trato de que mi mente no regrese al pasado, lo he hecho muchas veces en este día recordando a una Nala más ingenua y risueña, y todos los malos pasos que he seguido haciendo para llegar al lugar en donde estamos todos ahora.

Uno bastante jodido.

Al no poder callar mis pensamientos me pongo las pantuflas y me salgo del dormitorio en silencio para dirigirme a la enfermería. En mis manos cargo unos analgésicos para el dolor y un vendaje más, pero en lugar de regresar a mi cama, voy camino al pasillo de Nala, tengo en claro que quiero hacer, más sin en cambio no sé cómo.

Estando fuera de su puerta me agacho y extiendo mis piernas a lo largo del pasillo esperando... como las últimas noches que he estado aquí rodeado de la tranquilidad que trasmite su puerta, si es que eso puede tener algún sentido.

Cuando amas a alguien lo sinsentido cobra sentido...

Aún con un ligero malestar en la mandíbula, me permito cerrar los ojos y dejarme rodear por todos los recuerdos que tengo estando más cerca de lo normal con Nala, lo cerca que he estado de arriesgarme y demostrarle que jamás la he odiado.

Unas cuantas veces sentí mis comisuras tirando hacia arriba y otras tantas me sentí tan avergonzado que fruncí los párpados cerrados hasta que me concentré en otra cosa.

— Quiero que me prometas algo...

— Si puedo cumplirlo, lo haré— me crucé de brazos escuchando la séptima promesa de Emma.

— Cuando me vaya, quiero que estés junto a Nala— fruncí mis cejas— yo soy la única hermana que la quiere más de este lugar, no quiero que se quede sola y me extrañe— sus dedos jugaron con el bordado de su falda— prométeme que le hablarás, porque sigue pensando que eres una pared.

— Nala no se quedará sola, tiene a las demás niñas de su dormitorio, a los chicos del mío, ella estará bien...

— ¡Pero ellos no son tú!

— ¿Y por qué yo? — ladee mi cabeza— Kit también es una pared a ojos de Nala, puedes pedírselo a él.

— Tú me caes mejor que todos ellos, siempre me proteges cuando me molestan Wiley y Syla o me ayudas cuando Remi no me quiere prestar las muñecas.

— ¿Y...?

— ¡Quiero que protejas a Nala igual y la ayudes! — sus palmas pequeñas me pegaron en ambas mejillas— no se por qué no te cae bien ella, es la mejor hermana que he tenido...

— ¿Quieres saber por qué no me cae bien? — le susurré con complicidad— me quitaba siempre mis paletas de cumpleaños, por eso no me cae bien.

A decir verdad, yo se las daba en secreto, la dejaba sobre su almohada y como no se atrevía a hablarme para devolvérmela, se la terminaba comiendo.

— ¡Ry! Eso no es cierto.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora