Capítulo Veintidós.

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Nala.

La calidez del cuerpo de Ry abrazándome ya no la sentía cuando mis ojos parpadearon para acostumbrarse a la oscuridad de la enfermería. Puerta y cortinas estaban cerradas impidiéndome localizar cualquier cosa que me ayudara a despejarme de la penumbra asfixiante que me rodeaba.

Llamé tres veces a Ry teniendo en mente que quizá estaba recostado en la otra cama, pero no hubo respuesta alguna como tampoco la hubo al llamar a Wiley.

Estirándome alcancé la lámpara de aceite que no ayudaba mucho para dejarme de sentir como en un gran mar de aguas desconocidas. Miré a mi alrededor con intención de despabilarme y recordar cuantas horas me había quedado dormida una vez que la canción que, Ry me estuvo tarareando por lo que sentí una eternidad.

Acabó sumergiéndome en un sueño donde por primera vez no tuve que quedarme con un ojo abierto por si Isabella se atrevía a entrar y cumplirme mi pesadilla.

En la orilla de la cama, junto a la pared había unas muletillas (mis nuevas hermanas que me ayudarían a caminar sin que me rompa de nuevo el tobillo) no me gustaban nada, como tampoco el silencio que me ensordecía los sentidos. Pensé a donde pudo haber ido Ry, por unos segundos tuvo sentido que pudo ir al baño, pero si ese fuera el caso estoy casi segura de que hubiera dejado a cargo a Wiley y como lo dije antes, no hay ningún rastro de ellos dos aquí.

— ¡Te vamos a extrañar, Syla!

Mis pulmones colapsaron al identificar la voz infantil de Remi, segundos después los sollozos de los demás se alcanzaron a escuchar en la enfermería que seguía estando completamente silenciosa. Syla estaba por irse, debía correr por las escaleras para alcanzarlo. No podía quedarme en esta maldita cama sin volver a abrazar a mi hermano.

En cuanto me quité las sábanas blancas y la punta de mi pie chocó con la madera, un grito de agonía salió de mí, respiré hondo un número sin fin de veces hasta que el dolor disminuyó.

Me coloqué las muletillas bajo mis hombros, no tenía idea de cómo usarlas tan siquiera, se veía tan fácil el mecanismo, no lo era, pero decidí que eso no iba a detenerme. Tenía que ver a Syla una última vez.

Al impulsarme de la cama para ponerme de pie, otro latigazo de dolor me puso erguida la columna entera, era claro que todavía no debía de hacer este tipo de esfuerzos, no hoy, tampoco mañana, ni mucho menos dentro de una semana, sin embargo, Syla estaba esperando abajo, lo que le harían una vez que cruzara el túnel no se compararía con ninguno de los dolores que me nublaban la vista, amenazandome con hacerme desmayar con otro paso que dé.

Antes de que saliera de la habitación, en el colchón estaba el proyecto de Ry, no tengo ni la menor idea de que hacía en ese lugar conmigo, pero lo tomé con una nueva esperanza surgiendo en mi mente aturdida por las punzadas de mi tobillo.

Guardándolo en el bolsillo de mi pijama, abrí la puerta y con ayuda de las muletillas me impulsaba grandes distancias para avanzar por los pasillos, esto era lo más cercano que podía correr, un movimiento mal hecho y no me creía capaz de ponerme de pie y continuar.

— No te olvides de nosotros, Syla...

— No lo haré, se los prometo.

No... No... No...

En el barandal de madera que evitaban que los pequeños se cayeran de las escaleras, estaba Wiley con la cabeza metida entre los hombros, su cuerpo vibraba con cada respiración larga que soltaba. Cuando me escuchó jadear por el esfuerzo anterior, se limpió las lágrimas de las mejillas y vino a alcanzarme para hacerme regresar a la enfermería. Cosa que evité inmediatamente.

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