Epílogo.

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Nala.
Parte 2.

El oxígeno pareció desaparecer de mi cuerpo, mi mente estaba tan aturdida que quería echarse a reír a carcajadas realmente sonoras, pero sabía mi subconsciente que no había nada de gracioso en esto, así que me mantuve impertérrita a un lado de Ry.

No llegaba a entender, aunque me lo explicaran con manzanas, ¿Cómo demonios estaba Syla vivo? Y no sólo eso, afuera de mi casa y con un físico irreconocible.

Ry me tomó de la mano atrayéndome de donde me hubiera sumergido en mis pensamientos, él fue la única razón por la que creí que estaba viviendo esto y no era parte de un sueño bastante cruel que me hacía conocer a Syla teniendo la misma edad que Wiley si no se lo hubieran llevado al túnel.

Entonces, todo mi cuerpo dio una sacudida e inhalé de forma sonora para que mis pulmones dejaran de estar comprimidos.

— Sería fantástico que me permitieran entrar, supongo que debo parecer un traficante de drogas con esta apariencia y con la cara que tienen ambos viéndome ¿No?

¿Quería dejarlo entrar? ¿De verdad era Syla, mi hermano que se sacrificó por todos nosotros? ¿Sería seguro para nuestra hija? No tuve tiempo para razonar, mi cuerpo se movió en automático haciéndole espacio en la entrada para que se metiera a nuestra casa.

Cuando llegamos a la cocina no había rastro de la pequeña, miré por el ventanal trasparente y dislumbre un pedazo de su vestido multicolor resaltando en la hierba verde del césped. Era mejor que ella se encontrara fuera de esto, a menos hasta que supiera en realidad quién era este hombre.

— Supongo que quieren saber todo.

— No te pierdas ni un solo detalle— la postura de Ry al otro lado de la isla central, demostraba protección y su mirada fría prometía que si se atrevía a hacer un movimiento en falso le mostraría cómo dejar incapacitado a alguien que es menos fuerte que un animal salvaje del bosque.

— ¿Y si al final no sirve de nada? — dirigió su mirada azulada a mí.

— Eso ya lo decidiremos nosotros, no tú— mis manos se aferraron al filo de la isla hasta que sentí que mi sangre abandonaba mis dedos.

Tomó asiento en uno de los bancos que estaba ni tan cerca de Ry ni tan cerca de mí, a un punto intermedio. Recargó los codos en el frío mármol y entrelazó sus propios dedos soltando un pesado suspiro. Cuando decidió contar el inicio se quitó la gorra dejando ver un cabello con un corte bastante reciente a los lados.

— Aquel amanecer... atravesé el túnel como cada adoptado lo hacía, las rejas se abrieron lentamente haciendo que la tortura incrementara hasta congelarme los huesos y no poder dar otro paso más— sus hombros se tensaron como ligas— había una camioneta, esperaba ver el camión que dijiste cuando encontraste a Emma, pero no lo había, solo estaba esa maldita camioneta con las puertas abiertas.

Prestaba atención a cada detalle que relataba mientras lo escudriñaba con la mirada cada facción de su rostro.

— Del interior salieron seis hombres, cinco de ellos estaban trajeados de negro, absolutamente todo de ellos era de ese oscuro color como lo era la camioneta. Excepto uno— las venas de sus antebrazos sobresalieron cuando cerró sus puños— Callahan, ese hombre irradiaba otro tipo de terror del que causaba Isabella, supe enseguida su nombre cuando él la llamó de esa forma tan cercana.

— ¿Estás diciendo que también hay un Papa como lo era Mama? — Ry palideció.

— No, para los hombres no había esa posibilidad de vivir y convertirse parte de la sede a costa de tu libertad.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora