Capítulo Siete.

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Nala.

Ry y yo nos reunimos antes de que Wiley llegara, esta vez él se aseguró de que nuestro hermano fisgón no se diera cuenta de que salió del dormitorio— me dijo que se había arrastrado hasta la puerta y luego gateó para que no escuchara sus pisadas— todavía sigo teniendo en mente todas las cosas que dijo de nosotros, o más bien, de Ry.

No es que yo fuera ciega y no me diera cuenta de los nuevos cambios que ha habido en nuestra conexión, la cosa está en que nunca les había dado ese sentido a las acciones de Ry porque... bueno, es Ry, el chico que no siente nada.

Pero ahora que lo pienso, es cierto, Ry siempre quiere estar al contacto con alguna parte de mi cuerpo o de mi ropa, inició por los hombros aquel amanecer, luego las zarandeadas tomándome de los brazos, el abrazo que me dio tras los arbustos, cada que me toma de la muñeca para irnos a un lugar más privado y reprenderme de mis errores...

Como asegura que no le suelte la mano cuando yo se la tomo... como clavó sus dedos en mi cintura.

¡Concéntrate, Nala! Eso no significa absolutamente nada.

— ¿Me estás escuchando? — exige chasqueando los dedos frente a mi cara.

— Sí, que sea cuidadosa en lo que diga— repito la primera parte que dijo, el resto trataré de recordarlo en el proceso de la charla con Wiley.

— Y no le ocultes nada, que vea con la misma crudeza de nosotros el jodido problema, eso le servirá de lección para no interesarse en cosas que no le incumben— lo dura que era su voz demostraba lo furioso que seguía.

— Eso es más venganza por descubrirnos que por querer que nos ayude en esto, Ry— molesta le digo.

— Pues sí, quiero vengarme, además, tú dijiste que tienen más madurez de lo que yo creo, ya veremos si puede lidiarlo de la misma forma.

Entiendo que Ry se sienta ahora demasiado expuesto, si por el fuera enterraría el secreto dentro de él y ni siquiera obligándolo abriría la boca para confesarlo, así de renuente sé que puede llegar a ser.

— ¿Crees... crees que haya más de nuestros hermanos que piensen como Wiley? — me aventuré a ese tema yéndome a las estanterías de los libros para ocultar el sonrojo por segunda vez.

— ¿Qué tú y yo...?

— Sí — abrí uno de los libros infantiles ansiando meterme a la historia escrita que seguir indagando en algo que debió de haberse quedado en el olvido.

Que tonta fui al sacarlo a la superficie.

— ¿Las niñas de tu dormitorio rumorean algo parecido? — él también fue al otro lado de la estantería. Su voz no sonaba interesada por saber, mas bien, era cortante.

— No... no que yo las haya escuchado— guardé el libro y saqué otro mientras avanzaba al fondo del pasillo.

— Ahí tienes tu respuesta— suspiró.

— ¿Cómo? — saqué el tercer libro que daba directo a su cara para poder verlo y me explicara lo dicho.

— Mientras ellas no tengan noción del estúpido rumor de Wiley, nadie más lo sabrá— se encoge de hombros— para ellas, la vida de los hermanos mayores es como otra historia, supongo que no deben de sentir más que emoción por vernos unidos, pero en sus cabezas no tienen nada relacionado con que tú y yo... — carraspeó— eso.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora