Prólogo.

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Nala.

Las paredes de los hospitales han escuchado más oraciones honestas que en las iglesias.

Han visto despedidas más sinceras que en los aeropuertos.

Y presenciado más besos reales que en las bodas...

Al menos eso creen las personas que nunca han estado en un orfanato. En Gaius Hill están talladas las oraciones de cada niño esperando que sean escuchadas y pronto alguien de buen corazón los adopte. En Gaius Hill escurren las lágrimas de todos los que se despiden para dejar atrás su vieja vida y vivir la nueva.

En Gaius Hill... se marcan los besos nunca dados de quienes una vez que salen, esperan reencontrarse para darles nombres a esas historias que nunca fueron contadas.

Como la mía con Ry...

Cada que lo veo sentado bajo el gran árbol leyendo el mismo libro todos los días, me pregunto, si alguna vez sentirá la necesidad de acercarse a mí tanto como siento yo este anhelo de acercarme a él, o al menos a cualquier otro de nuestros hermanos.

Ry es... es como si odiara a todos los que viven a su lado, los mismos que hemos crecido y acompañado en las experiencias que llamamos recuerdos.

No importa cuanto nos esforcemos en tratar de entenderlo, nunca descubriremos otra cosa que no sea lo que ya sabemos.

Aunque mi primer pensamiento es que nos odia, nunca ha dado una muestra como tal de ese sentimiento oscuro, cada que los niños de seis años se interesan por algo de él, no los aleja bruscamente, les susurra algo y lo dejan en paz con una gran sonrisa.

Luego me mira a mí y se da la vuelta al lado contrario para nunca estar en los mismos pasillos— suficiente debe de tener con estar en los mismos comedores— no lo entiendo...

¿Por qué? ¿Por qué le desagrado si nunca hemos hablado? ¿Por qué siendo tan iguales no podemos unirnos y tratarnos como el resto?

Nunca me ha molestado pasar mi tiempo con mis demás hermanos y hermanas menores que yo, a veces es divertido escuchar todas sus ocurrencias o relajante como me prestan atención para contarles historias.

Pero no es lo mismo...

Ry y yo tenemos la misma edad, nacimos con un mes de diferencia y aún así él no encuentra nada interesante en mí. Siempre he creído que convivir con los que tienen tu edad traspasa a otra confianza mayor que con los que son más pequeños que uno.

No hace falta decir que es porque cuando yo quiero hablar de algo los demás no lo entienden y sé que, si tuviera la oportunidad de hablar largas horas con Ry, sería algo diferente...

No me sentiría excluida. Ni tampoco me conformaría con la mente demasiado imaginativa de los pequeños...

Mama nos recuerda que todos somos queridos por ella, aunque eso no me es suficiente para hablar de todas las cosas que quiero contarle a Ry, ella es mucho mayor que yo, mis hermanos son muy pequeños, prácticamente estoy sola y hablar conmigo misma ya no me da abasto.

Y a pesar de eso intento nunca rendirme, cada día despierto más positiva y mantengo viva la esperanza de que Ry me invite al árbol y me diga que si quiero escucharlo leer mientras el viento me remueve el cabello y quedo profundamente dormida.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora