Capítulo Doce.

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Nala.

No puede hacer esto en serio. No ahora, ni tampoco luego, me he esforzado por ignorarlo como él antes lo hacía conmigo, si supiera todo mi esfuerzo por no mirarlo me entregaría una medalla y me daría una palmadita en la espalda, así que no, no lo dejaré que me engañe de nuevo con sus trucos mentales.

Mis dedos pierden la sangre alrededor del pomo dispuesta a romperlo si es necesario para salir de la biblioteca. Intento una vez y la puerta se logra entreabrir unos centímetros para luego volverse a cerrar.

Intento dos veces y esta vez no logro nada.

A la tercera escucho su suspiro fastidiado, si tanto le fastidia esto ¿Por qué no simplemente me deja ir? Le estaría haciendo un gran favor al mundo real dejarme en paz. Pero claro, es Ry, nunca nadie sabe nada de su próximo movimiento como el que intenta hacer ahora y sinceramente estoy un poco cansada de seguir pensando como él.

No quiero que tratar de convertirme en una copia suya me haga ser una traidora también.

— ¿De qué se trata esto? — suelta la primera pregunta en mi nuca, tan tajante entre sus dientes que sé que están rechinando de la fuerza que ejercen en contener el resto de las palabras mordaces.

— En que tú no me dejas salir, hazlo ahora— espeto.

— Sabes de lo que te hablo, Nala.

— Pues yo no, es difícil descifrarte si decides guardarte todo para después apuñalar por la espalda a los que te apoyan.

— No me gustan que me usen y lo estás haciendo tan obvio frente a ellos que también te tratarán de la misma forma que tú me tratas a mí.

— Que lástima, por lo menos lo harán una vez que estemos fuera— me encojo de un hombro— ¿Puedes ya quitar tu mano?

— Entonces serán así las cosas...— su murmuro calculador me provocó escalofríos— ¿me amenazas, me usas a tu conveniencia y luego esperas que me quede de brazos cruzados esperando más órdenes tuyas?

— Después de todo si piensas— intentó una última vez abrir la puerta— que me dejes sal...

Su otra mano libre hace que me de media vuelta para volverme a estampar contra la madera, justo como la primera vez en su habitación. El golpe no me dolió, fue más el ruido de la madera crujiendo que las punzadas en mi cabeza y mi espalda, a lo mejor me estoy haciendo más tolerante al dolor.

Me vuelvo a concentrar en otro punto de la biblioteca para evitar su mirada que me absorbe toda fuerza vital.

No me rendiré, me pasé toda la noche pensando tácticas para no volver a creerle y este pequeño enfrentamiento tenso no me tirará a la borda todo mi progreso.

— Lo hiciste con toda la intención, evitaste darme la señal, nuestra señal para que llegara tarde y no escuchara tus movimientos ¿No? — bostecé, haber si así se daba cuenta que me estaba aburriendo— ¿Qué te hace pensar que no me lo dirán ellos?

— Claro que lo harán, no les prohibí eso— cambio de punto hacia el balcón— pero solo tendrás en tus manos la punta del iceberg, algo innecesario si planeas decírselo a Mama.

— No estaría mal ir ahora con ella e inventarle más cosas, después de todo, siempre me cree.

Imbécil, idiota, tonto...

— ¿Y así quieres que te haga tu señal? — sonrío— de ahora en adelante escucharás lo que yo quiero que escuches, ni tan poco, ni tan mucho. Así no habrá posibilidad de que Mama me descubra.

El Orfanato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora