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HAZEL BAKER

Mi corazón late con fuerzas mientras vuelvo a mi cuarto sentándome al borde de la cama. Hemos pasado una línea que no teníamos que haberla ignorado y ahora no hay vuelta atrás. Porque claro, hay sentimiento aunque lo reprimamos, que se soltarán en cualquier momento y eso da miedo, porque ¿Cómo iba a saber que en mi vida me iba a atraer mi jefe? Obviamente no estoy preparada y tampoco tengo bastantes pruebas para asegurarme que lo que siento yo lo puede estar sintiendo él.

Es duro a su manera, debe de actuar como un jefe aunque eso no lo lleva ni de lejos y no sabe como serlo y luego estoy yo que debo de actuar como una empleada, pero como soy una loca con las hormonas disparadas, no se como ser normal, y ahí está el problema de los dos. Dos desastres enamoradizos juntos es igual a descontrol y cuando hay descontrol uno no sabe si es jefe, empleado, niñera, o incluso prostituta. Aunque mirándolo así de bien no está mal ver a Zion como un prostituto.

Por favor Hazel piensa y aguanta tus pocas neuronas que te quedan.

Me recuesto en la cama boca arriba con mis manos juntas en mi estómago mientras miro el techo pensando en el nudo que hemos desatado y ahora no hay manera de volverlo a hacer. Antes de dormirme cojo mi móvil y pongo el despertado, para no quedarme dormida, y me acomodo mirando para el balcón.

Por segunda vez me intento quedar dormida, ya que antes tuve que irme a la cama de Lion, porque vino a mi cama para decirme que tenía miedo y me fui con él, de ahí me quedé dormida abrazándolo, hasta que noté un ruido y me volví a despertar, de ahí me encontré a Zion en la cocina con su cuerpo deslumbrante bajo la luna, su pelo revuelto y ese perfil tan sexy que me vuelve loca.

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— Mi toque especial y ya tengo la mejor comida del mundo.

— ¿Qué es eso que huele tan bien?

La voz grave de Jeff detrás mía me hace dar un pequeño saltito del susto.

— La mejor comida, es la mejor porque es mi favorita ¿Quieres ser el primero en probarlo? — digo cogiendo con la cuchara un poco de la comida y me giro con una cara feliz.

Él asiente y coge la cuchara para luego acercársela a los labios y soplar un poco para adentrársela a la boca. Su cara es como la de un chef apunto de dar su opinión, saboreando cada sabor de la comida con sus ojos cerrados. Se relame los labios y abre sus ojos para mirarme.

Sinceramente todos los días, Jeff viene a la cocina cuando huele el aroma de mi comida y siempre lo prueba el primero, dejándome con miedo y un suspense que no aguanto más, me pone nerviosa. Yo enarco una ceja cuando me devuelve la cuchara y me mira sin decir nada.

— La mejor comida que he probado, joyita  — me da un beso en la mejilla.

Ese apodo me lo puso hace dos días, aún sigo sin saber el por qué joyita pero me gusta, solo se que me lo puso porque es muy cariñoso conmigo y me trata muy bien.

— Aún sigo asustándome cuando ya se la respuesta de siempre. Deja de ponerte tan suspense porque paso miedo — le doy un pequeño empujón en el pecho, pero no sirve de nada, ni siquiera mueve un dedo.

— Quiero parecer un experto en comidas — me guiña un ojo. Anda te dejo tranquila terminando — me da un toque en mi nariz colorada por la alergia y se va.

Nueva VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora