16

1 0 0
                                    

HAZEL BAKER

Termino de hacer la comida, mi última tarea y ya puedo sentarme un rato. Me siento en las sillas altas de la isla y justo me llega un mensaje, voy a verlo y es del santísimo Zion.

Zion: ¿Podemos bajar ya Meine perle?

Dios mío de los santos benditos no se que significa como me ha llamado solo se que es Alemán y me ha dejado loca. Sin duda no me imaginaba que fuera Alemán, o a lo mejor es una palabra que le gusta. Me concentro y recuerdo que llevo unas dos horas sin avisarles desde que les prohibí no pisar el suelo mojado.

Yo: Oh lo siento, se me olvidó avisaros, podéis bajar.

Me manda un emoji de un dedo hacia arriba y apago el móvil.

Me quedo pensativa mientras me sujeto la cabeza con mi mano y mi codo en la encimera. Escucho unos pasos y seguramente sean de los chicos, ya que Van me dijo que se iba a pasar el día con su abuela y a Lion se le antojó y se lo llevó también.

Un dedo de repente me da un toque en la nariz y luego la sonrisa de Jeff aparece, detrás viene Zion que me da otra sonrisa.

— Hola joyita, creí que iba a vivir durante toda mi vida en la habitación — Jeff se sienta en la silla de al lado.

— Lo siento, se me fue la pinza, estaba tan centrada en limpiar que me olvidé de vosotros — digo con una sonrisa tímida.

De reojo veo que Zion se sienta en la otra silla. Perfecto, de nuevo en el medio, cuanto lo odio.

— Ya veo que no nos quieres — Jeff me guiña un ojo y yo sonrío.

Apoyo mi cabeza en la encimera dramáticamente como si me estuviera desplomando.

— Que cansancio, estoy vieja ya — digo con voz lenta.

— Si con 20 años te sientes vieja, ¿Nosotros como nos sentimos? — la voz grave de Zion se me mete muy adentro de mis oídos.

Ayer por la noche, cuando su mano acariciaba mi mejilla y me miraba con esos ojos, esa maldita noche he averiguado que Zion y yo estamos sintiendo y pensando lo mismo y en algún momento se va a desatar, hubiera sido ayer, pero el gran amigo pervertido de Zion nos había interrumpido.

Maldita sea íbamos a besarnos, más bien él iba a besarme, incluso me hizo callar. Zion se había descontrolado y yo le iba a seguir el rollo. Dios mío necesito una pastilla urgente.

— Vosotros aguantáis, sois músculos de hierro — todavía tengo mi cabeza apoyada en la mesa.

Solo estoy viendo el bonito color blanco de la encimera mientras hablo al aire.

— Si tu lo dices joyita — escucho la risa de Jeff y detrás la de Zion. Anda levántate.

Yo hago caso, levanto mi cabeza y me quedo mirando en frente con mis cejas hundidas, luego giro mi cabeza hacia Jeff y le digo en voz bajita:

— ¿Quieres probar la comida de hoy? — le doy una sonrisa traviesa.

— Con gusto — me guiña un ojo.

— Ey, cuchichear es de viejas.

Zion me hace sobresaltar y de repente noto una mano en mi hombro izquierdo, tan cálida, tan grande, tan...Zion.

— Soy una vieja entonces — me giro para mirarle.

Gran error. Mis mejillas ya se empiezan a poner calientes y sus ojos en los míos pesan y enloquecen. Me hacen recordar a la misma mirada de ansias que tuvo anoche apunto de besarme.

Nueva VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora