XCIX. Viva

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Cuando Obito volvió a abrir sus ojos, su cuerpo estaba empapado en sudor y su cuerpo exudaba una intensa aura asesina, sus pupilas contraídas miraban con una mirada viciosa hacia la nada, como si de algún modo, él pudiera matar el mismo espacio y deformarlo para extinguirlo entre sus manos. Sus ojos negros como la brea empezaron a burbujear de un siniestro carmesí y el Mangekyo Sharingan se presentó en su máximo esplendor.

Obito sintió una suave calidez a su costado y escuchó un dulce gemido que le hizo cosquillear la punta de las orejas, sus ojos carmesíes asesinos se fijaron en la suave figura dormida a su lado y todo signo de malicia desapareció tan pronto como sucedió. Sus manos temblorosas y ligeramente pálidas acariciaron el hermoso rostro dormido de su pequeña mujercita y su corazón lleno de violencia se calmó a una velocidad sorprendente.

Volviendo a acostarse al lado de su preciada noviecita -se había sentado en la cama inconscientemente listo para atacar y retorcer cuellos-, Obito la presionó contra su cuerpo, colocando una de sus piernas entre los suaves muslos de Jin y empezó a besar todo su rostro lentamente, tomando su tiempo para saborear la piel sonrojada por el sueño de su preciosa mujercita.

Sus besos descendieron por su pálido cuello lentamente, sus dientes mordisquearon con ligereza su delicado punto débil y lentamente la puso de espaldas a la cama a la vez que él se cernía sobre ella, creando sombras oscuras y ominosas con su voluminosa estructura sobre la pequeña y suave mujer.

Orbes carmesíes grabaron lenta y cuidadosamente cada rasgo de Jin, lentamente las imágenes superpuestas de lo que hubiera sido la vida de Jin sin él empezaron a aparecer en su mente. La diferencia era brutal, demasiado animal como para siquiera ser consideradas la misma persona.

Sus manos recorrieron su cuerpo dormido, tanteando su cuerpo empezando por los fuertes, pero delgados brazos de su mujercita, los cuales estaban llenos de músculos gruesos y densos debajo del toque de sus dedos, un claro indicio de como su amada y preciosa novia estaba obsesionada con poner sellos imposibles y, para no dejar de entrenar, incluso pondría sellos de gravedad y peso en su propia ropa, para que incluso con cosas vanas como mover sus brazos, haga el doble o triple de esfuerzo, asegurándose de ir aumentando el peso paulatinamente semana tras semana -Una especie de retorcido tributo para el dúo de padre e hijo adictos al entrenamiento, brinda honor al caído entrenando incluso en sus días de descanso-.

Su mente aún estaba hecha un lío, incluso si sus manos tocaban sus muñecas con huesos duros y bíceps con músculos firmes, sus ojos traicioneros le mostraban las delgadas extremidades de esa Jin, la Jin que siguió obedientemente los pasos de su madre como una esposa perfecta para un marido imbécil.

Sus pulgares acariciaron sus antebrazos, lizos de cualquier daño irreparable que crearan los castigos de la neurótica y desquiciada mujer sádica que era su suegra.

No eran brazos delgados y heridos que podrían romperse ante la más mínima presión, eran brazos de alguien fuerte que ha sido curtido en la batalla, los brazos de una Kunoichi fuerte en batalla y hábil en combate, una persona con inteligencia que sabe cómo utilizar la fuerza de su cuerpo, no eran esos brazos de fideo que podías vislumbrar fácilmente los huesos frágiles de sus codos y muñecas.

Sus dedos tamborilearon por los gruesos y fuertes brazos de su novia -Jin una vez los había cargado a él y a Kakashi en sus brazos para que dejaran de pelear... pero entonces empezaron a pelear en sus brazos como un dúo de niños chiquitos y mal portados, al menos hasta que Rin los golpeó contra el pavimento-, no como los de ese fantasma en desgracia que vio -No como esa Jin, no como esa mujer que parecía que en cualquier momento caería muerta, no como esa mujer que recibía palizas a diario a cambio de que no tocaran a sus hijos que nacieron producto de su abuso-.

So Simp [Yandere! Uchiha Obito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora