XXI. Ojos

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Cuando Banri se despertó, sintió como si hubiera envejecido repentinamente ochocientos años, pero al sentir un delicioso aroma proveniente de la cocina, supuso que su suegra estaba cocinando, lo cual había sido un evento extremadamente raro desde que su pequeña nieta ese escapó de casa por los abusos absurdos de su cruel esposa.

Levantándose con el cerebro medio adormilado y con el cuerpo pesado, Banri se miró al espejo y ni siquiera hizo el esfuerzo de cambiarse de ropa o alistarse en absoluto, ¿Qué sentido tenía? No había razón para hacer tal cosa, no le importaba quien lo viera en un estado tan deplorable, en esta casa solo estaban sus sirvientes y Sayuri-san, su esposa debería estar haciendo algún viaje de negocios, porque a la perra seguramente no le importaría tirar a su hija debajo del carruaje o al rio si eso significaba más dinero.

Banri siseó enojado mientras ponía una expresión cruel en su rostro, antes de que se desmoronada en una devastada al recordar la transformación del hombre albino que vino con Jin... ¿A qué? Honestamente, él no lo sabía, pero supone que estaba relacionado con conseguirle ropa o algo así, aunque por las vestimentas nuevas que tenía su hija, supone que tampoco le serían muy necesarias debido a la sobreprotección del hombre albino...

¿Quizás Jin vino a buscar algo de valor sentimental para ella? Banri lo dudaba, ¿Qué podría querer ella que estuviera en esta casa maldita? Seguramente le causaría muchas pesadillas volver a poner un pie en esta casa, Banri se sintió aún más deprimido ante estos pensamientos.

Su pobre hijita... seguramente ella ya se fue con ese hombre albino que parecía merecer más el título de su padre que él...

Jin miró a su padre con las mejillas llenas de comida y el hombre la miró con incredulidad, pero algo cálido se expandió en su pecho y luego de mucho tiempo, el azabache pudo reír ligeramente.

Su hija parecía una pequeña ardilla, luego miró al hombre albino que estaba igual y solo incrementó su risa.

Jin y Sakumo compartieron miradas, antes de ponerse pálidos y temblar cuando Sayuri apareció con una brillante sonrisa y les puso más comida en sus platos...

Después de que ambos shinobis sobrevivieran de milagro a la abundante comida de la mujer mayor, ambos estaban sentados juntos en posición seiza frente a Banri y Sayuri, separados por una mesa baja en donde estaban servidos té verde y unas galletas -que ambos shinobis no querían ni ver, apenas podían con el té, mucho menos podrían seguir comiendo esas deliciosas y pequeñas galletas-. Sakumo tenía una expresión seria y algo oscurecida mirando a ambos civiles, aun así, no podía dejar que su inconformidad lo dominara por completo sin saber si eran verdaderamente culpables o solo las maquinaciones de esa bruja que ni siquiera ha tenido la desgracia de conocer aún.

—Entonces, Hatake-san, ¿Qué es lo que quería hablar con nosotros? —preguntó Banri mirando al hombre con una ligera tristeza en sus ojos celestes.

Era inevitable que el albino decidiera llevarse a su hijita para brindarle un lugar seguro. Ni siquiera tendría que luchar realmente por el derecho de llevarse a su niña considerando que, bajo las leyes de Konoha, Jin era legalmente una adulta y podría hacer lo que quisiera tomando sus propias decisiones según mejor le convinieran.

Y era obvio que lo mejor que le convenía a ella, era estar con un shinobi que la apoyaba por sobre unos padres abusadores y negligentes.

Banri no podía evitar deprimirse un poco, si solo hubiera decidido ser más hombre y estar presente en vez de escaparse con la excusa del negocio y querer compensar su falta de presencia con ostentosos y extravagantes regalos, las cosas quizás serían distintas

So Simp [Yandere! Uchiha Obito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora